“Es tal el parecido que cuando me dirijo a ellas no sé a quién le estoy hablando. Y ellas se burlan de mí. Y a veces pasa que quiero que Ingrid haga una actividad y le doy la orden a María y es muy cómico”, cuenta César Bejarano, el director del Circo Barrial Nicoló, una de las vías de atención con las que cuenta el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, Idipron, para la inclusión de personas en riesgo de habitabilidad en calle y/o fragilidad social.
‘El profe circo’, que es como lo llaman sus dirigidas, se refiere a Ingrid Paola Pulido y a su hermana gemela María Angélica, dos gotas de agua a las que solo distingue un lunar arriba de la boca de una ellas, quienes llegaron al circo buscando nuevas oportunidades para expresar su amor por el arte y para desterrar el miedo que las atrapaba y que les impedía tener unas vidas tranquilas.
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Con un baile de reguetón ganaron su ingreso al Circo Barral Nicoló
Fue justamente esa similitud la que les abrió la puerta en el circo Barrial Nicoló, pues en la audición que presentaron a mediados del año pasado, bailaron un tema de reguetón de Daddy Yankee, que habían practicado hasta convertirse una en la sombra perfecta de la otra, en la sala de su casa del barrio La Peña, vecino a Los Laches y Egipto, arriba, al final de la calle sexta, en los cerros del centro oriente de la capital, donde siempre han vivido.
“Llevo varios años en Idipron, que conocí porque mi hermano entró a terminar el bachillerato técnico y siguió en el taller de mecánica que quedaba cerca a la casa”, recuerda Ingrid Paola, quien se podría decir que es la ‘mayor’ porque, el día del parto, ocurrido el 24 de agosto de 1997 en el hospital de La Victoria, se adelantó 5 minutos y fue la primera en ver la luz de este mundo.
Justo al mes de haber recibido la bendición para ser parte del Circo Nicoló, hicieron su debut en las tablas con ‘El VA...SI…OH…’, una obra de teatro con la que empezaron a desterrar los miedos y la inseguridad que siempre las habían acompañado.
Los aplausos y las risas que premian sus presentaciones, en particular las que reciben de los más pequeños, son lo que más las motivan a seguir luchando contra sus temores, cultivando su lado artístico con afecto, alegría y libertad, las palabras que sustentan el ir y venir de Idipron y del circo con el que se han presentado en barrios como San Francisco, La Victoria, Servitá, entre muchos otros, y las diferentes Unidades de Protección Integral, UPI, además de cualquier calle de la ciudad donde montan su ‘carpa’.
A continuación, un tuit del idipron con algunas de las actividades que cumple el Circo Barrial Nicoló en los diferentes barrios de la ciudad.
“Uno, con cada obra, les lleva un mensaje de que todo se puede lograr, haciendo lo que le gusta, yendo tras de los sueños” sostiene Ingrid Paola, y María Angélica agrega con un tono más agudo: “Cuando lo aplauden, uno se da cuenta que logró lo que quería: transmitir esa alegría, y espantar la tristeza con los títeres, con los bailes. Verlos felices, nos pone contentas”.
Las gemelas Pulido, que en cada presentación causan un gran impacto entre la audiencia por su gran parecido y coordinación, ya son expertas en el manejo de las cintas, los aros y están perfeccionando la técnica de los malabares, la que consideran un poco más difícil, pero que, gracias a las prácticas diarias, muy pronto esperan tener bajo control como ya lo han hecho con los títeres y en las diferentes obras en las que han participado.
'Aprender haciendo' junto al 'Profe circo'
“María e Ingrid llegaron remitidas del programa de cultura ciudadana y vi a dos personas muy introvertidas”, rememora César Bejarano quien destaca que, “Hoy son unas personas extrovertidas que expresan con su cuerpo, con ideas, con sus voces, los sueños que quieren alcanzar en un futuro de corto mediano y largo plazo”.
Ya muy pronto tendrá que dar un paso al costado y ceder su puesto para que otros jóvenes con gusto por el arte, se unan al grupo que completan otras tres mujeres: Erika Díaz, Geraldine Fonseca y Kimberly Hernández. Será el momento de la despedida y de ir por más metas, más sueños, que apuntarán a hacerse profesionales en idiomas, diseño gráfico o administración de empresas.
A los 24 años, el ser madres o esposas no las desvela, solo el seguir creciendo como personas y más adelante, si encuentran la persona correcta, quieren tener hijos y un hogar. “Esperar, porque primero hay que ser profesional. Esperar qué le depara a uno el destino, la vida”, sostienen.