“Toparme con el circo fue una de las mejores experiencias que he tenido en toda mi existencia. Me ha dado todo lo que he necesitado, tanto física como espiritual y emocionalmente”, afirma con absoluta convicción Juan Pablo Feria, un joven cartagenero que hace parte del Circo Barrial Nicoló, creado por el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, Idipron, como una estrategia que busca llegar a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de la ciudad, con el fin de presentarles la oferta del Instituto a través de un modelo educativo basado en los principios de alegría, afecto, y libertad.
Y es que la mirada de Juan Pablo se hace más brillante y su sonrisa de amplios dientes blancos contrasta más con su tez caribeña, a la hora de resaltar todas las bondades que le ha aportado el circo que, tras su llegada a Bogotá, se convirtió en su nueva familia. “Cuando llegué, no conocía muchas cosas de acá. Estaba, muy, muy solo. Todos mis familiares están en Cartagena”, cuenta, mientras se alista para una de las presentaciones en cualquier barrio de la ciudad a donde ha llegado para cambiar la rutina que envuelve y aletarga las calles.
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Inspirado en el Circo Ciudad
“Juan Pablo es empírico, pero tiene unas habilidades muy impresionantes y con la formación del circo pues está adquiriendo toda esa esa magia de lo que es la transformación, del ser un buen multiplicador, un buen ser humano y es un ejemplo para rescatar”, dice César Bejarano, el coordinador de la estrategia del Circo Barrial Nicoló, un especialista en el tema social y quien lleva 25 años trabajando con jóvenes e hizo parte de la creación y formación del Circo Ciudad que lideró Antanas Mockus.
“Esta estrategia fue retomada por la administración de Claudia López para mejorar la calidad de vida de los jóvenes y mostrarles también otra parte diferente de todo lo que son las capacidades y todo lo que tienen los jóvenes para desarrollar habilidades, educándolos con emociones como la alegría, la libertad y el afecto que hacen parte del modelo pedagógico y del nuevo contrato social de esta administración”, asegura.
Un circo que transforma vidas
Así entre clases de expresión corporal, producción y creación de guiones, producción de montajes teatrales, el clown, los malabares del equilibrio y las marionetas y los títeres, entre muchos otros, los integrantes del circo, en un trabajo integral, van dejando atrás la carga pesada que han tenido que afrontar en sus cortas vidas, transformándola en una explosión de sonrisas, emociones y sueños que nunca habían contemplado.
“Del circo siempre me gustó la parte de los payasos, del clown, entonces cuando yo entré a cultura yo no sabía que era lo qué quería hacer. Empecé poco a poco a formarme en lo del clown, y ya con el ‘profe circo’ él ya me ha dado técnicas de expresión facial, de poses en la parte del escenario”, cuenta Camila, quien hasta hace poco integró el circo.
El circo les ofrece una nueva dimensión para su formación
Hoy son seis, los jóvenes que hacen parte del circo, pero ya han pasado cerca de 40 que encontraron una nueva dimensión para su formación no solo educativa.
“Es un paso que tienen los jóvenes en el Idipron, donde el circo se va nutriendo de jóvenes que van desarrollando trabajos, van mostrando todas sus habilidades, se van formando y van creciendo en todos los temas que tienen que ver con la humanidad, con lo educativo porque ellos trabajan con el 4 por 2 donde ellos trabajan cuatro días y se forman dos días”, dice el ‘Profe circo’, como llaman los muchachos a César, quien no para de enseñarles cada uno de los gestos y actitudes que deben tener en medio de las presentaciones e insiste en que ellos son jóvenes en proceso de formación.
María e Ingrid Pulido, gemelas malabaristas y actrices; Geraldine Fonseca, malabarista y actriz; Kimberly Hernández, bailarina, malabarista y actriz, y Juan Pablo Feria, malabarista, actor y único hombre del grupo, son los jóvenes que hoy tienen la oportunidad de vivir esa experiencia y seguir ese camino para desarrollar cultura y bienestar, dejando atrás las distintas problemáticas que los han llevado a buscar ayuda en idipron. “Por ejemplo, hay una chica que trabaja en un jardín infantil, dicta talleres y sus relaciones de convivencia en la casa, con su familia, han tenido cambios, han mejorado”, cuenta César Bejarano.
Apoyan múltiples campañas del Distrito
Siempre mostrándole una cara alegre a la ciudad y a sus habitantes, estos artistas, con la pedagogía de la creación colectiva y el desarrollo de destrezas, hacen presencia en los eventos de recuperación de espacio público, campañas de salud, de tolerancia y en general todos aquellos lugares y eventos donde puedan impactar con su ejemplo de resiliencia y ganas de cambiar sus vidas para bien.
“Quiero enseñar, quiero compartir el conocimiento. Eso es lo que estamos haciendo acá los seres humanos, es transmitir sabiduría y quiero aprender todo lo que se pueda para poder compartirlo a alguien más”, afirma emocionado Juan Pablo, poco antes de empezar a demostrar sus habilidades adquiridas como malabarista y ante la mirada de los transeúntes de cualquier esquina que con su atención y aplausos les brindan el reconocimiento por la labor especial que cumplen.
Sin triples saltos mortales ni carpas gigantescas, pero sí con una actitud ejemplar este circo de barrio, de calle, de pavimento, desde hace un año, está rodando por la ciudad e hizo parte del Bogotá Teatral y Circense como una experiencia exitosa a pesar del poco tiempo de estar en escena, buscando con sus presentaciones el cuidado, el amor y el respeto por el espacio público; por las estatuas, el Transmilenio, las bancas y por las fachadas. Siempre desde los valores, desde el corazón y ‘Con el arte a todas partes’.