Carolina Otero Patiño era una niña de apenas doce años cuando, por primera vez, fue sacada por su familia de Vista Hermosa, Meta, para evitar que la guerrilla cumpliera con su cometido de incorporarla a sus filas, en el que por entonces fue uno de los cinco municipios que hicieron parte de Zona de Distensión, en 1998, en el Gobierno Andrés Pastrana.
La segunda vez fue dos años después, tras haber retornado a su casa, en su llano querido, cuando los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilla volvieron a obligarla a huir para refugiarse “escondidita” en Bogotá, dejando atrás los cuadernos y los sueños que albergaba como estudiante. “Otra vez aparecieron los falsos positivos, cuando tenía 18 años y volví a salir”, recuerda, paladeando la nostalgia que le traen esos días en que tuvo que alejarse de su familia, su entorno y de las llanuras, que tanto le atraían.
Eso ocurrió hace ya 15 años y desde entonces en su mente siempre estaba presente el deseo de volver a clases y poder terminar su bachillerato. “Pues en realidad hacía mucho tiempo que yo quería volver a estudiar lo que pasa que no podía, por los medios económicos y no tenía un trabajo estable. Entonces, yo no me podía dar el lujo de estudiar porque si estudiaba ya se descompletaba lo del arriendo”, dice un poco frustrada.
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Después de 15 años volvió a estudiar
Por eso, un día, cuando caminaba por Bosa, en el sur de la ciudad, donde se había radicado diez años atrás, su mirada se iluminó cuando vio un letrero grande puesto en el Centro de Desarrollo Comunitario, CDC Porvenir, en el que invitaban a los vecinos a matricularse para estudiar. Una oportunidad que había estado esperando por largos años. “Lo colocaron ahí en la Manzana del Cuidado y lo busqué por internet y decía que estudio para madres cabezas de hogar, cuidadoras”, recuerda ella y agrega que así empezó el proceso para después de mucho insistir lograr el cupo para volver a las aulas.
Inglés es la materia que más le ha costado
“Ya hacía bastante, bastante tiempecito que no estudiaba, entonces me comenzó a dar muy duro. En el tema de la escritura tuve muchos errores ortográficos, pero el profesor me apoyó y pues ahí vamos mejorando también muy notoriamente”, dice a la vez que cuenta que su ‘coco’ en las materias es el inglés. “Muy difícil. Lo que pasa es que el inglés tiene como unas pautas. Digamos que uno escribe de una manera, pronuncia de otra y se lee de otra forma. Un poquito duro, pero igual también el profesor con un amor total y comprensivo se esmera, se esfuerza mucho porque entendamos las cosas todo muy bien”.
Esta llanera por adopción, tuvo su primer hijo a los 17 años, fue una madre cabeza de hogar y hoy vive en unión libre con su compañero de vida en el que encontró un soporte para seguir corriendo tras sus sueños de mujer empoderada y estudiosa.
Según la secretaria de Integración Social, Xinia Navarro, las actividades de respiro y formación que se realizan en los CDC, esparcidos por toda la ciudad, están “acordes con lo que hoy está demandando la sociedad para que las mujeres puedan dejar a sus hijos al cuidado, mientras validan su bachillerato, puedan hacer algún curso que les permita tener una capacidad académica y de esa manera buscar un empleo o un oficio que les genere un mínimo vital para sus familias”.
Terminó octavo y noveno con notas sobresalientes
Hace pocos días Carolina, quien ya tiene un computador que le facilitó ‘la jefe’ con la que maneja un empleo de vendedora de catálogo, terminó sus estudios de octavo y noveno con notas sobresalientes, aunque no deja de reconocer, en medio de una risita nerviosa, que no ha sido fácil. “No, no, el profesor cuando le enviaba los trabajos, las guías, que uno transcribe al cuaderno, me comenzó a presionar mucho por manejo del renglón, letras que suben y bajan, los puntos, las comas; así todo eso, pero ya mejoré notoriamente y mis notas no se me caen de 4.5, 4.8”
Unas notas que quiere mantener y si es posible superar para los dos cursos que le faltan, décimo y once, para llegar, en julio del próximo año, a su grado como bachiller con una ‘pinta’ que ya tiene bien escogida y guardada en su mente.
Le gustaría graduarse con la presencia de la Alcaldesa
“Primero que todo, con la voluntad de mi Dios, aspiro a que de aquí a allá ya no tengamos que usar tapabocas. Entonces me imagino allá con mi toga y mi birrete, mis tacones, maquillada, mi cabello cepillado; toda linda frente a mis compañeras; mejor dicho, una emoción única. Imagínese finalizar un sueño truncado por tantos años, con mis profesores, a los que les doy un inmenso cariño y agradecimiento por todo su trabajo tan maravilloso y la alcaldesa, me gustaría pues si ella estuviera”, anhela mientras no para de soñar y agradecer porque sabe que si no fuera por programas como los de los CDC, este reencuentro con el estudio, no hubiera sido posible.
“Lo único que me queda es mucho agradecimiento por este programa, por la alcaldesa, por su dedicación por nosotras que somos un género como tan olvidado, como por si alcanza”, dice mientras se escucha a sus pequeños hijos de 3 y 4 años correteando por ahí.
Carolina también sueña con llegar a ser profesional
Unos hijos que la siguen inspirando porque, superado un reto vendrá uno más grande y ese es, gracias a su fortaleza en las matemáticas, convertirse en una profesional de la contabilidad. “Sí señor, como la alcaldesa sacó otros programas, me gustaría beneficiarme de un programa como ‘Jóvenes a la U’, no sé si yo alcance porque como ya tengo 33 años y ese es hasta los 28 años, tocaría esperar a ver qué pasa”.