Nueve años del Acuerdo de Paz: Bogotá, ejemplo de voluntad
02•Dec•2025
La consejera de paz, víctimas y reconciliación hace un balance del proceso de paz tras casi una década de la firma.

Isabelita Mercado
Consejera para las Víctimas, Paz y Reconciliación
“En los últimos cuatro años, 12 niños y niñas de Bojayá prefirieron suicidarse que ser reclutados por los grupos armados en Chocó”. Con esta frase, una víctima de Bojayá describió cómo la esperanza que sintió con el Acuerdo de Paz está siendo aplastada por la violencia en los territorios.
Nueve años después de la firma del Acuerdo, la paz se siente lejos. Cada semana hay una noticia que nos hace pensar que nos encaminamos hacia una espiral de violencia sin salida. Ni el final del gobierno Santos, ni el de Iván Duque ni el de Gustavo Petro pudieron detener el crecimiento y expansión de las disidencias, una de las más graves amenazas contra los firmantes del Acuerdo y su implementación.
En medio de la incertidumbre y el temor, especialmente en aquellas regiones de mayor fragilidad donde ha venido incrementando la violencia, el Acuerdo sigue siendo la mejor alternativa para contener y detener esa espiral que ha venido en aumento en los últimos años.
Sin embargo, no es posible pensar en la implementación del Acuerdo de Paz como un proyecto aislado de la seguridad. El Acuerdo no es una isla, requiere de condiciones materiales en los territorios para su implementación y esto empieza por la recuperación urgente del control territorial por parte de la fuerza pública. Pero seamos claros: la seguridad por sí sola es cortoplacista. Lo que garantiza la sostenibilidad de estos esfuerzos, es la transformación de las condiciones de pobreza y exclusión que el conflicto agravó durante décadas en lugares como Chocó, Cauca, Nariño, Putumayo, entre otros.
Es evidente que sin cerrar las brechas y promover el desarrollo territorial estamos condenando a nuestros jóvenes a la vida que la criminalidad quiere para ellos. Sin oportunidades e inclusión los estamos condenando a una vida sin futuro. Por esto, la implementación del Acuerdo sigue siendo la única hoja de ruta viable para erradicar la pobreza en el campo, promover la equidad y ofrecer un futuro digno con oportunidades. Una transformación territorial que realmente abra una brecha entre el fusil o el suicidio.
La crisis de Bojayá y de otros lugares donde esta historia se repite, empieza a sentirse en las ciudades. Bogotá no ha sido ajena al conflicto armado y sus consecuencias. Nuestra capital es el hogar de cerca de 380 mil víctimas del conflicto armado, quienes han decidido reconstruir aquí su proyecto de vida. Además, 1.052 personas entre firmantes de paz y en proceso de reintegración han decidido apostarle a legalidad en nuestra ciudad. Por esto, el compromiso de Bogotá con la implementación del Acuerdo no es un favor, es un imperativo moral y un compromiso con el país.
Para las víctimas, construimos la posibilidad de un país que no vuelva a reciclar la violencia y que las nuevas generaciones tengan un futuro distinto al dolor vivido por sus padres y abuelos. La posibilidad de un buen futuro no da espera. Por esto, seguiremos avanzando en la implementación de medidas que contribuyan a garantizar su dignidad, su reconocimiento y contribuyan a su reparación integral.
Para quienes están llevando a cabo su proceso de reincorporación o reintegración, el acceso a las oportunidades propias de la ciudad no puede estar sujeto a las discusiones políticas de turno. Se trata de asegurar que, como Alcaldía, podamos ser un puente hacia la estabilización socioeconómica con especial énfasis en la inclusión económica, productiva y en la prevención de la estigmatización. Solo así avanzaremos hacia la verdadera no repetición.
Nueve años después es fácil sentarse a esperar que el Acuerdo fracase. La paz no necesita observadores pasivos, necesita una voluntad inquebrantable. Una voluntad que se levante todos los días a trabajar por las víctimas, por los firmantes que han cumplido, pero sobre todo por los niños y niñas que necesitan tener la posibilidad de un buen futuro.
La sostenibilidad de la paz requiere de un compromiso real de los gobiernos locales y el nacional que no encuentre excusas, que no mire por el retrovisor y que no les entregue la responsabilidad a otros. Se necesita de una voluntad que entienda que se trata de un compromiso de Estado, que reconozca lo que se ha avanzado y a quienes han cumplido. Por esa razón, Bogotá le ha cumplido y le seguirá cumpliendo integralmente al Acuerdo.

