Ver la vida desde la muerte. Ese era el deseo de Gabo, como llamábamos familiarmente los colombianos a ese hombre que amaba la vida, quien consideraba que vivir era lo más importante que teníamos, y que tanto nos enseñó a amarla desde su literatura.
“Escribió con una compostura aplicada, puesta con la mano en la pluma del papel secante, recta la columna vertebral para favorecer la respiración como le enseñaron en la escuela. El calor se hizo insoportable en la sala cerrada. Una gota de sudor cayó en la carta. El coronel la recogió en el papel secante. Después trató de raspar las palabras disueltas, pero hizo un borrón. No se desesperó. Escribió una llamada y anotó al margen: ‘derechos adquiridos’. Luego leyó todo el párrafo”. El Coronel no tiene quien le escriba, 1961.
A los 87 años murió Gabriel García Márquez, uno de los escritores más queridos de la literatura universal contemporánea. Oriundo de Aracataca, hecha famosa por ser la raíz del legendario Macondo, ese lugar del mundo que logró unirnos como nación, que fue nuestra mayor embajada ante el mundo. El caribeño migró a Bogotá y superando las inclemencias del gris y frío altiplano, se forjó como periodista y escritor, apoyado por su esposa, la hermosa Mercedes.
“Por más anunciada que fuera esta muerte, nos deja huérfanos y consumidos en la tristeza. El mundo sabe de nosotros por él. Gabo nos dio las claves para superar la dura realidad con justicia, con subversión y poesía”. Estas fueron las palabras de la secretaria de Cultura, Recreación y Deporte, Clarisa Ruiz Correal, al enterarse de la muerte del nobel de literatura.
“Se siente un dolor muy hondo, una tristeza infinita. La riqueza que nos deja la vida y obra de Gabo, seguirá siendo savia para las nuevas generaciones. Él creó un territorio en el que nos reconocimos, un lugar común y una literatura en el que podemos ir más allá de lo que somos”, agregó Ruiz.
Escultura como homenaje
Una escultura de la artista Julia Merizalde, un poco más grande que el tamaño natural, representa al premio Nobel de Literatura con guayabera y un manuscrito en la mano. Esta pieza ocupa un lugar en la plaza del Palacio Liévano, Alcaldía Mayor de Bogotá. Un homenaje en el marco de la administración de Gustavo Petro a quien fuera su inspirador. Mucho antes que cualquier otra obra, Petro aprendió a leer y reflexionar con la literatura del que había sido alumno de su colegio público en Zipaquirá. En el momento de inaugurar la escultura, Petro subrayó la importancia de hacer de los artistas, con su palabra y su arte, próceres de nuestro tiempo.
El monumento, que pueden apreciar los ciudadanos que visiten la Alcaldía Mayor de Bogotá, los acercará a la figura del Nobel escritor cuya literatura diera todo un significado a la realidad de nuestra nación. No podríamos decir que es una alegoría del universo contenido en su obra, es sencillamente el hombre de trabajo que con su literatura logró transformar el mundo a su alrededor.
El sector cultural lamenta la muerte de Gabriel García Márquez
18·ABR·2014
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