Brigadas de jóvenes del Idipron entre las calles 12 y novena desde la carrera primera hasta la tercera, renuevan la imagen de La Candelaria. La primera fase de la recuperación requirió cerca de 40 millones de pesos en pintura, capital humano y herramientas.
La localidad 17 de Bogotá se destaca por sus contrastes, el de los edificios modernos que rebasan las estructuras coloniales, el de los adoquines y calles empedradas que se cortan con el asfalto de las calles y sobre todo, el de los colores variados de las paredes y zócalos de las piezas más representativas de La Candelaria: casas antiquísimas que con sus colores y diseños sorprenden la vista de los ciudadanos y turistas que a diario llegan a la zona para disfrutar de los restaurantes, cafés, galerías artesanales y centros culturales con los que cuenta.
Pero el lugar, considerado patrimonio cultural de la capital, también sufre diariamente los efectos del humo de los carros, las pinturas de spray y el debilitamiento de los materiales. Por eso, un grupo de Jóvenes del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron), gracias a un convenio con el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, dedica su tiempo para contribuir a devolverle el color a este espacio.
“Volvemos a pintar las casas para que se vean como nuevas. Vamos retocando los colores y limpiamos los muros de grafitis y rayones que no se ven bien. Aunque hay algunos murales que hechos por los muchachos del barrio que la gente pide que los conservemos”, asegura Wilmar Alexander González, uno de los encargados de mejorar la imagen de las casas.
En total 18 jóvenes se encargan del trabajo, unos en las calles armados con baldes de pintura brochas y rodillos y otros recibiendo capacitación para sumarse a las brigadas. Ya llevan cinco días de labores y esperan acabar la zona que rodea al tradicional Chorro de Quevedo antes de finalizar el mes.
Los vecinos los reconoces y se animan a sacar las escobas para ayudarles a tener el lugar limpio, les ofrecen bebidas para que se refresquen del sol y agradecen que les ayuden a mejorar sus casas.
“La gente valora este aporte y los muchachos aprovechan la capacitación productiva que reciben. Ellos llegaron al Idipron en situación de vulnerabilidad y ya están finalizando su proyecto con nosotros, preparándose para el mundo laboral”, destaca Natalia Muriel, coordinadora del convenio.
El proyecto, que busca extenderse a otros cuadrantes de la ciudad, también pretende que las personas se apropien de la localidad, por lo que reciben información sobre cómo cuidar las estructuras o dónde denunciar a quienes las afectan.
Brochas y rodillos para recuperar la historia de la capital
24·JUL·2013
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