Por: Carlos A. Gracia B.
Desde los cinco años, Mateo comenzó a practicar patinaje de carreras porque sus padres querían canalizar su energía y ayudarlo a gestionar su alta vitalidad. Era un niño inquieto, vivaz, curioso y lleno de sueños.
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Debido a su naturaleza competitiva, rápidamente destacó como patinador. Sin embargo, a los siete años, tras acompañar a su hermana mayor a una práctica de marcha atlética, quedó fascinado por esta modalidad. Su percepción del deporte cambió radicalmente; se enamoró de la técnica, la destreza y la perseverancia necesarias para la marcha atlética. Decidió entonces dedicarse a algo diferente.
Bajo la guía del entrenador Fernando Rozo, Mateo empezó a entrenar con esmero y dedicación. Rozo, con paciencia y confianza en el potencial de su nuevo pupilo, le enseñó los secretos de esta disciplina hasta su fallecimiento en 2012.
La pérdida de su mentor fue un golpe duro para Mateo; pero en lugar de rendirse, transformó su dolor en una fuerza impulsora. Decidió honrar el legado de Rozo esforzándose por ser el mejor. Los resultados no tardaron en llegar, y hoy es considerado una promesa en la marcha atlética de Bogotá y de Colombia.
“A pesar de que compartimos poco tiempo, Fernando me dio todas las bases técnicas para ejecutar bien los movimientos de este deporte. Siempre estaré agradecido con él y le dedico todos mis triunfos”, expresó Mateo.
Un espíritu resiliente
Los que conocen a Mateo destacan su fuerte personalidad y su inquebrantable deseo de triunfar. Su camino no ha sido fácil; ha tenido que enfrentar numerosos desafíos y hacer grandes sacrificios en un deporte que tiene un alto nivel competitivo a nivel mundial.
Cuando apenas llevaba unos meses practicando, Rozo lo llevó a su primera carrera en Cartagena. Viajaron en bus, y fue allí donde Mateo conoció a sus compañeros. Uno de sus recuerdos más queridos es el regalo de unas zapatillas de alta calidad por parte de su entrenador, ya que él no tenía. Con ellas, Mateo ganó la carrera de tres kilómetros, y aún las guarda como un preciado recuerdo.
Mateo ha conseguido múltiples victorias a lo largo de su carrera. Ganó la marcha en los Juegos Supérate Intercolegiados en 2017 y se llevó la medalla de oro en el Suramericano Escolar en Cochabamba, Bolivia. En 2018, volvió a ganar en los Supérate, estableciendo una marca nacional, y en 2019, se posicionó tercero en el Challenger Mundial de Marcha en La Coruña, España, en los 10 kilómetros.
Su trayectoria incluye ser campeón suramericano, medallista panamericano, y obtener un segundo lugar en la Copa Panamericana de Marcha en 2021. En el Mundial Sub-20 en Omán en 2022, terminó en la quinta posición. Ese mismo año, en el Mundial de Atletismo Juvenil en Cali, sufrió una sanción injusta por parte de los jueces, que le costó una medalla, terminando en el puesto 12.
Un sueño hecho realidad
A pesar de la frustración y las lágrimas, Mateo supo convertir esa experiencia en una fuente de motivación. En 2023, se coronó campeón en los Juegos Nacionales y confirmó su excelente forma en el Mundial de Marcha en Antalya, Turquía, el 21 de abril de 2024, obteniendo el tiquete a París 2024 en la modalidad de maratón relevos mixtos, junto con Lorena Arenas. Este logro le abrió las puertas a los Juegos Olímpicos, el máximo evento deportivo mundial.
La alegría de Mateo es indescriptible. “Uno de esos sueños que siempre tuve como deportista se ha hecho realidad. Me siento muy feliz y agradecido con Dios por sus bendiciones. Este es el resultado de un proceso que hemos trabajado día a día junto a mis entrenadores Marcelino Pastrana y Luis Fernando López”, dijo Mateo.
“Ellos me han formado como atleta y como persona. Siempre lo diré: Nada de esto sería posible sin ellos. Han sido un ejemplo y guía constante, y han depositado su confianza en mí. Este es solo el inicio del camino que aún tenemos que recorrer. Siempre con los pies en la tierra, sabiendo que nada se logra sin trabajo duro, disciplina y constancia. Así que, a seguir adelante. Y gracias a todo el equipo multidisciplinar por creer en nosotros”, añadió.
Amante del café y de las series de televisión, y con una familia y una novia que han sido su pilar fundamental, este marchista bogotano, nacido el 7 de febrero de 2003, se esfuerza por equilibrar su vida deportiva con sus estudios de administración de empresas. Mateo cursa el tercer semestre en la Universidad Militar Nueva Granada, en Bogotá.
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Mateo ve sus primeros Juegos Olímpicos como una oportunidad para adquirir experiencia y conocimientos. Su objetivo es aprender y crecer, aspirando a convertirse en el mejor. Sabe que el camino es duro y requiere sacrificio, pero Mateo Romero Blanco lo hace con pasión y determinación, consciente de que aún tiene mucho por recorrer y muchos triunfos por alcanzar. Como buen caminante, sabe que el camino se hace al andar.