El calendario marca nuevamente el 4 de octubre, el día que hemos elegido, como humanidad, para celebrar el Día del Poeta, y las redes sociales, las bibliotecas, las instituciones educativas, las librerías y, con suerte, también nuestros hogares se vestirán de palabra para recordar que el lenguaje puede ser una fiesta donde lo bello y lo profundo se entrelazan con lo cotidiano, revelándonos el oculto brillo de las cosas que todos los días nos prestan su presencia y su compañía.
Aunque el Día Internacional de la Poesía se celebra el 21 de marzo, propuesto por la Unesco, en Colombia se eligió que esta fecha se conmemorara el 4 de octubre, para recordar a los poetas colombianos que han dejado para la posteridad sus versos.
En Bogotá celebrar la poesía es recordar que somos una ciudad capaz de entenderse en los versos canónicos de José Asunción Silva, no sólo en la lozana respiración de sus románticos Nocturnos sino, y quizás sobre todo, en el áspero reclamo de sus Gotas amargas, esos epigramas de ingenio punzante y crítica mordaz que le reclamaban a la Bogotá de su tiempo por las falsedades y las flaquezas de su temperamento.
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Celebrar la poesía es recordar que los versos no son exclusivamente el elogio de lo bello, sino que pueden ser la crítica al presente que permita crear un mejor futuro.
Cinco ejercicios poéticos
Aquí van cinco ejercicios poéticos para la cotidianidad que les invitamos a realizar hoy, y que con suerte descubran posibles todos los demás días que no son el Día Mundial de la Poesía:
- Escribir un poema. Desinstala de tu cabeza la idea de que la poesía es oficio distante de solemnes personas elegidas por la musa. La poesía es, en realidad, la primera expresión espontánea de decir lo que admiramos, lo que nos preocupa, lo que nos conmueve, y de hacerlo en frases que no tienen que llegar hasta el borde la hoja, que se riegan en vertical como la lluvia, y que no se quejan si están en el margen de un periódico, o escritas sobre una servilleta, o en las notas del bloc del celular, o en la parte de atrás del recibo del banco. Hoy, sin pensarlo mucho, piensa en algo que sientas en el centro del cuerpo y ponlo por escrito. Felicidades, habrás creado un poema.
- Lee a alguien un poema en voz alta. Leer en voz alta es un gesto de complicidad y cariño, de cuidado y cercanía, de compañía indeleble. Ya sea en presencia o por nota de voz en WhatsApp, aprovecha la excusa y comparte con alguien un poema que le guste. Puedes buscar alguno en internet (¡habrán millones!) o acercarte a una de las bibliotecas del Sistema de Bibliotecas Públicas de Bogotá. En BibloRed sabrán asesorarte y encontrarás aquellas palabras que te servirán de regalo para aquella persona que sabe o intuye atesorará tu voz.
- Mira fijamente algo. Lo escribió Alejandra Pizarnik, la poeta argentina, en alguno de sus versos: mirar una flor hasta hacerla cenizas. Es decir: mirar con toda la atención, con toda la fuerza, con todo el tiempo, para estar presente cuando aparecen lentamente los cambios. Detente en algún momento de la jornada, y observa lo que se regala a tus ojos. Míralo largo y con calma, míralo hondo. No hay mejor celebración del Día Mundial de la Poesía que esa. Porque poesía, al final, no es otra cosa que estar atentos y atentas al universo que nos rodea.
- ¡Canta! La poesía y la canción están unidas por lazos indelebles. Celebra hoy la primera haciendo uso de la segunda, y mientras caminas por la calle, mientras preparas la comida, mientras vas en el transporte público, canta tan alto o tan bajo como prefieras, alguna tonada que te guste, y en algún momento, cambia un verso, y canta tu versión. Hazte al tiempo canción y poema.
- Cuéntanos, para ti, ¿qué es la poesía? Muchos años han pasado desde que el melancólico español escribió aquella respuesta de “poesía eres tú”, y mucho hemos aprendido desde entonces y muchas cosas la poesía ha sido. Cuéntanos qué es para ti la poesía. “Poesía es el rostro de las personas que amo cuando están felices”, “Poesía es ver amanecer sobre los cerros cuando estoy trotando”, “Poesía es mi gato”, “Poesía es el café caliente en las tardes frías”.
Celebrar el Día del Poeta es también volver a leer a María Mercedes Carranza, y pasear nuestra mirada junto a la suya para descubrir entre el frío y la neblina, entre el agobio de la ciudad cosmopolita que nos preciamos de ser, esos gestos pequeños, alentadores, capaces de calentar el corazón y recordarnos que vibramos todavía con la inteligencia brillante de poder elegir las palabras con las que queremos nombrarnos.
Avanzar en el tiempo y pasar de Carranza a los siglos posteriores, leyendo la Bogotá que ahora se presenta ante la mirada poética de Fátima Vélez, o de Tania Ganitsky, o de Carolina Dávila, y encontrar qué de ecos y qué de canto nuevo está ahí para acompañarnos, qué resuena aún desde Las moscas en El pornoy las babosas y en Desastre lento y en Animal ajena. Y asumir el asombro con el compromiso que entramos en las conversaciones fundamentales, porque es en la poesía donde cada tiempo se juega sus dudas sobre la humanidad del mañana, y es en nuestra poesía actual donde encontraremos el escenario de conversación del ecologismo, de lo poshumano, del cuerpo futuro, de la sociedad del cuidado. La poesía es esa luz que anda adelante preparándonos el camino.
Además, por encima de todo lo anterior, este Día del Poeta es una excusa perfecta para conectar con nuestra capacidad creadora, para dejar de lado el temor a la palabra que nos congela en la timidez y evita que escribamos poemas, que compongamos la hechura de nuestro sentir. En este día se vale, y se requiere de nosotros y nosotras, poner por escrito eso que lleva tiempo rondándonos, para sentir eso que lleva tiempo habitando en una región transparente entre el esternón y la columna vertebral.