Si las armas fueran necesarias habríamos nacido con ellas: Indio Taraumara

19·AGO·2022
Entrar a Fragmentos en palabras de la artista es “abrir la página de aquella memoria que es una imagen rápida, cambiante, como un rayo relampagueante.
Coro hijos e hijas de la pazFoto. Alcaldía de Bogotá.
El coro Hijos e hijas de la paz hace parte del compromiso de quienes firmaron el Acuerdo de Paz en 2016.

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Por: John H. Barrera

Monumentos hay por doquier en todo el mundo, está el Taj Majal en la India, la imponente Torre Eiffel en la ciudad de la luz, los 7.300 kilómetros de longitud de la gran Muralla China, la estatua de La Libertad en Nueva York, el majestuoso Coliseo de Roma, o para no ir muy lejos, los 14 Lanceros en Boyacá o el particular monumento de los Zapatos Viejos en la heroica. Todos con un encanto especial y un relato propio en la historia. Pero contramonumentos solo hay uno y está ubicado en pleno corazón de Bogotá.

Se trata de “Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria”, un lugar para la reflexión sobre el conflicto armado en Colombia, creado en el año 2017 por la artista bogotana Doris Salcedo. Entrar a Fragmentos en palabras de la artista es “abrir la página de aquella memoria que es una imagen rápida, cambiante, como un rayo relampagueante y borroso, donde se filtra, en un pequeño rayo de luz, la esperanza en el lugar del duelo y de la ausencia”. ¡Y es verdad! En este espacio escultórico se siente en cada rincón el encanto de la paz y la esperanza.

“Este lugar se convirtió en una obra de arte viva, en una oda a la memoria, y en un espacio para cantarle a la Paz”, dice María Alejandra López, mediadora cultural de Fragmentos y el Museo Nacional.   

A este monumento performativo llegaron por primera vez, 50 niñas y niños, hijos de excombatientes que se reincorporaron a la vida civil con el Acuerdo de Paz firmado en el 2016 entre el Estado colombiano y las Farc. Estos niños y niñas, entre los dos y los 17 años de edad hacen parte del “Coro de las Hijas y los Hijos de la Paz”, un proyecto de creación artística que como bien lo escribió el poeta de los niños Jairo Aníbal Niño, transmiten en cada nota musical la “alegría de querer”.

“El coro de la paz es un proyecto que nació con los hijos de la Paz para contarles a través de la vivencia musical lo que significa estar en paz. Hacer un coro es estar en paz”, dice en un tono muy pausado Sandra Rodríguez, líder del área coral vocal de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y quien dirigirá el coro en su tercera presentación en público.

Maité Villarraga es una de las voces de la paz.  Ella acaba de cumplir 4 años de edad, llegó al coro hace más de 10 meses de la mano de su padre, un reincorporado que estuvo por más de veinte años en las Farc, y hoy, ve en ella, un motivo más para seguir caminando por el sendero de la paz. “Desde que inició este proceso del coro lo hemos enmarcado en un verdadero espacio de reconciliación y de esperanza”, cuenta el desmovilizado.

Antes de comenzar el ensayo, previo a la presentación oficial, Maité camina por el ‘piso’ que hoy representa un ápice de experiencias propias del conflicto armado, pues en cada loza de Fragmentos se puede sentir la huella que dejó la fundición de las armas y el espiral de dolor por más de 50 años.

“El comienzo del coro en este lugar (Fragmentos), es significativo porque estas plaquetas representan el fin de las armas que nosotros portamos, pero allá al frente están nuestros hijos que son la esperanza de esa Colombia que renace y que demuestra que valió la pena haber firmado un Acuerdo de Paz para que ninguna generación vuelva a transitar por los escenarios de la guerra”, comenta emocionado el padre de Maité.

El “Coro de las Hijas y los Hijos de la Paz” se presentó por primera vez el 24 de noviembre de 2021 en la plaza de Bolívar de Bogotá en el marco del quinto aniversario del Acuerdo de Paz. Recuerda Maité que ese fue un día muy especial porque interpretaron frente al Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres, su canción favorita: “Todas las Voces”, una obra popular compuesta en 1996 por los argentinos Armando Tejada y César Isella que años más tarde se inmortalizó en la voz de la cantora Mercedes Sosa.

“Todas las voces todas, todas las manos todas, toda la sangre puede ser canción en el viento. Canta conmigo, canta, hermano americano, libera tu esperanza con un grito en la voz”, tararea la pequeña Maité.

“Hasta el momento hemos hecho dos presentaciones, una cuando vino el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, luego en la posesión del presidente Gustavo Petro y hoy, será la tercera, en el lanzamiento oficial que lo hacemos en alianza con Naciones Unidas y con la Fundación Ford y la Orquesta Filarmónica de Bogotá”, comenta el maestro David García, director de la Filarmónica de Bogotá, quien le ha puesto el alma al proyecto musical.

Conformar el coro “no fue tarea fácil”, dice el maestro García. Una idea que se hizo con el propósito de consolidar un símbolo de futuro ligado a la implementación del Acuerdo de Paz y de avanzar en un proceso formativo de los niños como símbolo de la firma de paz. “Además de reiterar el compromiso de la sociedad civil y de los firmantes de la paz y de ratificar el vínculo que existe entre la paz y la cultura”.

En eso coincide la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien respaldó el proyecto desde un inicio, como una idea de construir propósitos colectivos de paz en la sociedad. “El ‘Coro de Hijos e Hijas de la Paz’ es una muestra de que estamos honrando ese propósito de la historia del conflicto armado, de la paz, del cambio político a través de la democracia”.

Los hijos de la paz es el verdadero compromiso de quienes firmaron el Acuerdo, pues nadie trae hijos al mundo para que conozcan la violencia. Sin duda, todos los padres quieren para sus hijos una vida tranquila, con creatividad, con cuidado, con oportunidades, donde todo el potencial humano se pueda desarrollar para bien de sí mismo, de las familias y de los demás.

“Esa es la vida que todos queremos tener, es la vida que todos nos merecemos, pero sólo la vamos a lograr si todos optamos por un mismo propósito y un mismo camino, que las armas estén fundidas en el piso y en cambio los talentos puedan crecer sobre ese piso sólido en el que renunciamos a la violencia, a agredirnos y a estigmatizarnos”, reitera la alcaldesa, minutos ante de que se presente el coro.

Al comenzar la presentación, Maité le sonríe –tiernamente- a su padre y luego, su mirada se pierde en el infinito como el más bello de los sueños. Al otro lado, en el público, su padre no puede controlar ese sentimiento de felicidad y -en un instante- una lágrima se desliza por su mejilla. Un momento inolvidable para la pareja; padre e hija.  

“Todo eso que no creiamos, lo hemos hecho posible pero la palabra mágica no era cambio, lucha, resistencia, la palabra mágica era paz”, comenta la alcaldesa mientras aprecia el talento de los 50 integrantes del coro, y en especial, el de la pequeña Maité, un canto que crece sobre el piso sólido y que brilla con la luz de la esperanza y la paz.

En este video, Sandra Ramírez, directora del coro habla de su conformación: