Así opera el ‘Mecato Social’ para sacar a los abuelos de las ventas ambulantes

Mecato social - Foto Diego Bautista
Mecato social - Foto Diego Bautista
Publicado:
30
Ene
2016
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A sus 80 años, y todas las mañanas, José Silvano Hernández se dirige desde el sur de Bogotá a su trabajo en la Alcaldía. El programa ‘Mecato Social’, de la Secretaría de Desarrollo Económico, por medio del Instituto Para la Economía Social (Ipes), le ha proporcionado un puesto de trabajo de 1,5 metros, totalmente óptimo para que él pueda ejercer su labor de comerciante dentro de esta entidad y no tenga que exponerse, a su edad, a ser un vendedor ambulante.

Este programa beneficia especialmente a adultos mayores de 60 años en condición de vulnerabilidad y a personas en condición de discapacidad funcional mayores de 18 años, o en algunos casos, a sus cuidadores si es que la discapacidad es severa.

Bogotá ha ubicado hasta el momento a 80 ciudadanos en entidades públicas y privadas para comercializar productos que como bien su nombre lo indica, permite que los funcionarios de estas entidades puedan ir a “mecatear” y de paso pongan su granito de arena en estos planes de inclusión económica y social.

“Antes de llegar a este trabajo, me dedicaba a arreglar bicicletas en la calle, porque en mi juventud fui ciclista, de los que empezaron en este país con ese deporte, pero después del paso de los años terminé ganándome la vida en la calle, arreglando las bicicletas en la ciclo-vías, ahora estoy aquí, tengo un espacio para mi moto en el parqueadero y vendo estas papitas y chitos para mis cositas”, dice José, riéndose.

“Este puesto me lo dieron así como lo ve, con todo el mecato, más o menos con un plante de 800.000  pesos, y pues lo único que uno tiene que hacer es venir a trabajar a diario para no dejar caer el negocito y que deje las ganancias, porque si no hay quién venda ¿quién compra?”, afirmó.

Sin embargo, José asegura que la ventaja de tener su puesto de mecato en la Alcaldía de Bogotá, o de ser beneficiario en cualquiera de las entidades en las que se encuentra un espacio como este, es que los funcionarios le tienen cariño, no se le pierde la mercancía, aun cuando en oportunidades la deja sola por largos periodos de tiempo y lo más importante: pueden trabajar tranquilamente.

“Nunca se me pierde nada del puesto, a veces cuando salgo a hacer alguna vuelta a la calle y regreso, encuentro plata en el puesto, después viene alguien y me dice que se llevó unas papas o unos chiclets y que me dejó dinero, esas cosas no pasarían si tuviera el puesto en la calle”, aseguró, mientras vendía un paquete de galletas.

Por ahora, José afirma que sería bueno que en todas las empresas de la ciudad existiera esta oportunidad para quienes lo necesitan y, además, expresa que espera trabajar allí hasta el último día de su vida.

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