- ¿Qué dice mi profe? ¡El que desde niño me enseñó, de la guerra de Vietnam y del Frente Nacional!
Este fue el saludo, que, a ritmo de rap, le dio Julio, un joven estudiante a su profesor de sociales del colegio Brisas del Diamante, en Ciudad Bolívar, al que se encontró en un bus de la ruta B11 del SITP, mientras se rebuscaba lo del diario luego que su mamá perdiera el empleo y él tuviera que abandonar sus estudios.
“La verdad yo no me había dado cuenta de que era él y era un estudiante que había abandonado la escuela o que por lo menos, en la virtualidad no había hecho presencia”, cuenta José Joaquín Vargas, el docente con nombre de filántropo, que hoy en día siente, como todos, los enormes estragos que ha hecho la pandemia del Covid-19, en particular en los jóvenes de la periferia de la ciudad que han tenido que abandonar sus estudios por diferentes, pero siempre forzosos motivos.
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Estrategia RETO para la juventud bogotana
Para esos jóvenes la administración distrital implementó la Estrategia RETO, retorno de las oportunidades a la juventud bogotana, a través de la cual en 2020 fueron identificados cerca de 7 500 jóvenes que viven en barrios vulnerables de la capital para encaminarlos hacia nuevos proyectos de vida.
Xinia Navarro, Secretaria de Integración Social, aseguró que este 2021 la prioridad es atender a jóvenes que son población ‘Ninis’ (ni estudian ni trabajan) y viven en situación de vulnerabilidad económica y social. Para hacerlo, la SDIS llega hasta las puertas de sus casas con estrategias móviles, canales virtuales y servicios sociales. Se formará, además, a adolescentes en derechos sexuales y reproductivos.
"El profe que me enseñó de Vietnam y el Frente Nacional"
“Yo estaba distraído y él llegó a mí y me saludó y me dijo: y saludo aquí el profe que me enseñó de Vietnam y del Frente Nacional. Por eso volteé a mirar y lo reconocí”, dice al evocar ese recuerdo agridulce pues para él fue bonito darse cuenta de que su alumno había aprendido algo. Fue como un reconocimiento a su labor como docente, pero igual fue triste y doloroso verlo allí, en medio del paisaje urbano, cuando debía estar en su casa, estudiando y no estirando la mano y ver quién le colaboraba con una moneda para poder comer.
Tras compartir un corto, pero ameno diálogo y darle algún dinero se despidieron. El joven siguió en el bus hacia el norte, ‘trabajando’, y el profe se bajó, cerca a su casa, con los sentimientos encontrados porque más allá de colaborarle con dinero no podía hacer nada más.
La historia de muchos jóvenes de zonas marginales
La historia de Julio, que es como se llama el rapero, es una más de las tantas historias de jóvenes que viviendo en Ciudad Bolívar, en la periferia de la ciudad, tuvieron que dejar sus estudios a mitad de camino por culpa de la pandemia, porque las dificultades han sido más fuertes que las ganas y el deseo de superarse a través de los libros o la virtualidad.
La mayoría de estudiantes, víctimas del conflicto armado y golpeados por la pobreza, que habitan en las lomas del suroriente de la ciudad, no tienen internet en su casa, no tienen un computador o un celular, lo que ha hecho que muchos abandonen sus sueños de estudiar y salir del mundo de carencias en el que andan sumidos.
A las clases virtuales son muy poco los estudiantes que se conectan y los que pueden hacen un esfuerzo realmente grande porque en estos momentos de crisis, en los que la economía está tan limitada en los hogares, es complicado para ellos o sus familias sacar dos mil o tres mil pesos para pagar una hora de internet.
La Ruta 100K ¡Conéctacte y aprende¡
Para contrarrestar estas necesidades el Distrito implementó la ‘Ruta 100K ¡Conéctate y aprende!’, la estrategia de Bogotá para reducir las brechas digitales en la ciudad, que contempla una intervención integral con tres momentos: acceso a dispositivos, conectividad y formación para el desarrollo de habilidades digitales de la que se beneficiarán más de 105 mil estudiantes como Julio.
De esta forma, podrá conectarse a las clases virtuales, recibir asesorías de sus docentes, verse con sus compañeros y jugar con ellos.
De los 40 alumnos a veces no se conectaba ninguno
“Un día, la idea era conectarnos y no pudimos porque de los chicos que iban a conectarse, solo dos tuvieron la posibilidad porque fueron a otras casas y uno de ellos que llegó a la casa de una tía, se conectó pero al ratico me llamó que no podía porque un carro se quedó sin frenos, algo frecuente en esos sectores llenos de lomas empinadas, y tumbó un poste y se llevó la red de internet”, relata el profesor Vargas quien agrega que muchas veces de los cuarenta alumnos que tiene solo logran conectarse cuatro, máximo ocho, y ha habido ocasiones en que nadie responde a su timbre virtual.
“Son frecuentes ese tipo de situaciones. Hay días que se roban los cables de la luz y los chicos tampoco pueden conectarse. Un día empecé a llamarlos y nada, entonces se consiguieron un smartphone y les hice una recarga de 10 mil pesos para poder hacer la clase”, dice, al referirse a la clase de peripecias que tienen que hacer para poder desarrollar sus actividades en lugares en los que muchas veces no hay ni siquiera un sitio de internet.
“Eso me hizo ver la fragilidad de nuestros estudiantes en la pandemia. El cómo, no todos pueden tener un ejercicio académico. En contravía de lo que piensa la gente, que es que no se quiere hacer clase de esa forma, y es que la mayoría de los estudiantes de las periferias no tiene acceso absolutamente a nada”, se queja el docente que también se ha sentido afectado por esa nueva forma virtual de impartir sus conocimientos. “Es difícil entender el hecho de sentarme y saber que esos chicos, con los que no se tiene contacto alguno, y a los que les doy clases, ni siquiera los conocí, no les he visto el rostro”, dice de sus nuevos alumnos.
La escuela siguió andando pero no las relaciones que se tejen allí
Angustiado por esta situación y porque muchos días en la pantalla de su computador no aparece nadie conectado, ‘el profe JJ’ exalta la recursividad de sus alumnos que en ocasiones hacen los trabajos, les toman fotos y se las envían para que se las califique y los oriente.
Un modelo que, por supuesto, considera no es eficiente y evidencia la importancia de la escuela y del maestro como tal por su aporte, no solo en el aprendizaje, sino en la transformación real de la sociedad. “La escuela siguió andando, pero no las relaciones que se tejen alrededor de los espacios colectivos. Esta pandemia dejo ver las realidades tan crudas que atraviesan las escuelas sobre todo en las periferias y a lo que nos enfrentamos los maestros todos los días”, agrega el docente bogotano de 40 años de edad y 10 como maestro en el colegio del barrio Vistahermosa.
Dentro de todas esas inquietudes que colman su día a día, pensando que debe haber un mejor acompañamiento a los colegios y a sus alumnos, el profesor Vargas, recuerda que Julio, el rapero, pudo volver a clases y finalmente se graduó. Una satisfacción como la que sintió cuando se lo encontró en el bus y le hizo ver que, a pesar de todas las dificultades que trajo la pandemia y con ella la virtualidad, ha valido la pena ejercer una de las profesiones más gratificante del mundo: la del profesor.
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