En esta puesta en escena de la Casa del Silencio se evidencia la cotidianidad de una pareja, en la que la forma de ser de cada uno se vuelve un obstáculo para la sana convivencia. A él le gusta el encierro, a ella el exterior. Él sale muy poco de su taller, ella, en cambio, disfruta su jardín. Sin embargo, un suceso extraordinario hará que lleguen a un consenso y a múltiples reflexiones sobre la soledad.