Los jóvenes que dan ejemplo pintando mandalas

19·FEB·2016
Cristian Chaparro, estudiante del colegio Carlos Arango Vélez de la localidad de Kennedy, no conocía el término mandala hasta que esta palabra empezó a ...
Mandala - Estudiantes colegio Carlos Arango Velez - Foto: Oficina de Prensa Alcaldía Mayor - Diego Bautista

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Cristian Chaparro, estudiante del colegio Carlos Arango Vélez de la localidad de Kennedy, no conocía el término mandala hasta que esta palabra empezó a ser común en los salones de clase y en las sesiones a las que empezó a asistir, inicialmente debido a su falta de compromiso escolar.

“Al principio quise hacer parte del programa mandalas porque me subía la nota y por capar clase, pero a medida que fui entendiendo que esto me ayudaba a cambiar mis actitudes negativas y me ayudaba a soltar muchas cosas que me hacían daño, empecé a hacerlo a conciencia”, dice Cristian.

Los mandalas fueron creados por los budistas hace miles de años. Es un círculo sagrado que bien representa el universo, o el yo y el mundo de cada una de las personas que los diseñan y pintan.

Luisa Olaya, psicóloga especializada en terapia con mandalas, asegura que los beneficios para niños o adolescentes de pintar mandalas -o diseñarlos- son múltiples. “Otorgan armonía y equilibrio emocional, es una meditación activa en la que se puede plasmar lo que se es o se siente, lo que la persona quiere encontrar para la modificación de actitudes o conductas que desea cambiar o mejorar, y encontrar respuestas para que su vida funcione de forma más favorable”.

Estas sesiones de mandalas inician después de un espacio de relajación en el que la música, el lavado de manos físico y espiritual, utilización de esencias y meditación en colchonetas sacan a flote los propósitos e intenciones que los jóvenes tienen en sus vidas, inmediatamente después se disponen a pintar y encontrarse con ellos mismos por medio de los colores que plasman allí.

Cristian y sus compañeros, con ayuda de los profesores, pudieron interpretar por medio de los colores utilizados en las figuras geométricas de los mandalas, una serie de necesidades, sentimientos y frustraciones, que les impedían resaltar sus virtudes y transformar sus falencias en actitudes positivas para su vida.

“El diseño de los mandalas estimula la producción de endorfinas y melatotina, que son las sustancias que avisan al cuerpo sensaciones de bienestar y placer. Se espera que dibujando mandalas un joven mejore actitudes o comportamientos ya que es una forma de meditación activa, al incrementar los niveles de concentración permite a la persona interiorizar en su ser y descubrir aspectos que impliquen un cambio como la armonía, la paz, la tranquilidad que el cerebro consigue y que puede mantener en tiempo y espacio a medida que se realiza la práctica constantemente”, ilustra Luisa Olaya.

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