Cuentan los libros de historia que en medio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), sin poder seguir desde casa la naciente NFL, los soldados del Ejército de Estados Unidos encontraron una práctica deportiva novedosa que los hacían olvidarse por un momento del ruido de las balas y los fusiles que los acompañaban hasta en sus sueños.
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Quizás, cansados de los golpes de la guerra, en este deporte los soldados solo querían divertirse y por eso trataron de emular el fútbol americano, pero sin contacto, y el popular ‘tackle’ lo reemplazaron con intentar quitar dos banderas que se cuelgan en los laterales de la cintura de cada jugador. Cuando un jugador le quita una bandera a otro, el juego se detiene, como pasa en el fútbol americano cuando se derriba a un oponente.
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En ese tiempo, a esta disciplina se le empezó a conocer como ‘touch and tail football’ (fútbol de toque y cola), pero luego, con la popularización en la década de 1960 en la ciudad de San Luis, Misuri - Estados Unidos, pasó a llamarse flag football, como se le conoce en la actualidad.
Contrario al fútbol americano, en esta disciplina deportiva no es necesario el uso de casco, hombreras, protectores bucales y almohadillas en las piernas, sino que sus implementos son los guayos, el uniforme del equipo y el cinturón en el que se cuelgan dos o tres banderas.
Cada escuadra debe tener de cinco a siete jugadores en cancha, cuyas dimensiones son de 55 metros de largo y 27,5 de ancho. En Colombia, el flag football empezó a practicarse por la influencia estadounidense en los aficionados del país tras la creación de la Federación Colombiana de Fútbol Americano (FECOFA) en 2008.
Esta nueva tendencia ha ido en alza en los últimos años hasta el punto de existir un aproximado de 18 equipos en toda Colombia, actualmente.
Uno de ellos es Bulldogs DC, club de flag en Bogotá que está afiliado al IDRD y del que hace parte Diego Alejandro Najar, un bogotano que incursionó en este deporte luego de practicar fútbol americano por varios años.
“El fútbol americano en Colombia lleva una historia de 15 años que empezó por gente que se interesó por prepararse y entrenar. A partir de ahí se dio una masificación importante, tres años más tarde, varios clubes nos interesamos por otra modalidad, que es el flag football. Este interés nació más que todo porque esta disciplina les abre la oportunidad a las mujeres. Así que en ese momento ellas eran las que practicaban, y nosotros los hombres la modalidad de ‘tackle’ (fútbol americano)”, describe Diego.
“El flag football llegó y fue nuevamente otro reto para dar a conocer en las personas, pero tuvo más aceptación ya que es una modalidad que no requiere contacto y que tiene un desarrollo secuencial similar al fútbol americano. Eso llamó mucho la atención y ha dado más inclusión que el ‘tackle’”, complementó.
Como ocurre en la mayoría de disciplinas deportivas, el Flag Football ha sido, para sus practicantes, una vía de escape de caminos equivocados en la vida producto de un contexto social complejo, y se encuentra aquí una ruta para salir adelante y ver que una vida con esperanza sí es posible.
Ese es el caso de Diego, quien por muchos años estuvo inmerso en el mundo del barrismo en el fútbol, lo que lo estaba llevando a vivir una vida de violencia y dolor, pero con su incursión en este deporte, conoció una perspectiva diferente del mundo en el que puede ver esta actividad como una práctica recreativa en la que más que ganar partidos, gana amistades que valen la pena y le muestran cada día que la vida es para disfrutarla con gozo
en mayúsculas.
“El flag llegó en un momento de mi vida en el que pude recapacitar en temas que no eran beneficiosos para mí. Empecé a tener expectativas sabiendo que podía trabajar mi cuerpo y mi mente de una manera adecuada, y así puedo ayudar a más personas haciéndoles ver que el deporte es muy inclusivo, independiente de las limitaciones que creamos tener. Llevo 14 años en esta tarea”, relató.
Como muchos deportistas, Diego Najar es un soñador nato. El trabajar por los demás teniendo como testimonio su testimonio personal lo ha hecho pensar en cosas grandes a nivel colectivo en el flag football, como conformar una selección nacional para poder aspirar a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, en donde esta disciplina hará parte del programa oficial.
Diego alterna la práctica y el entrenamiento de esta disciplina con su trabajo profesional y con sus tareas diarias, pero esta pasión no lo detiene en el objetivo de que el flag football crezca exponencialmente, y por eso agradece el apoyo fundamental que han recibido los clubes por partes del IDRD para darle mucha más visibilidad y posicionamiento a esta disciplina en Bogotá.
“El IDRD ha sido fundamental para el crecimiento deportivo y administrativo de deporte alternativo. Todos los equipos que hemos ido al IDRD para formalización como clubes, hemos encontrado siempre una gran ayuda. Eso contribuye a cumplir con el marco legal exigido por el Ministerio del Deporte”, sostuvo.
Aunque el crecimiento ha sido mejor de lo esperado, aún queda camino por recorrer para seguir popularizando el flag football en Bogotá y en el país entero. Diego Najar no se detiene en su ilusión de ayudar a los demás a través de este deporte y que así, pueda transformar más y más vidas.
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El sueño más grande -por ahora- es llegar a Los Ángeles 2028, pero en el medio hay que fortalecer la estructura. Por eso, Diego asegura que no descansará hasta que el flag se formalice en Colombia y que así la competencia crezca para que esta nueva tendencia se fortalezca progresivamente.
“Sueño con posicionar este deporte como un referente en la capital, consolidar las ligas regionales para aumentar la competencia nacional, y organizar una Federación Colombiana para generar la identidad de este deporte en el país y competir en el plano internacional. Debemos trabajar entre todos, halando para un mismo lado, para que esta nueva tendencia se organice de una manera correcta en todo el mundo”, cerró.
La ilusión de Diego Najar es la de todo un equipo de alrededor de 40 personas -entre hombres y mujeres- que cada fin de semana se congrega en el Parque Los Ejidos para construir, paso a paso, el sueño de ver este deporte de manera formal en diferentes competencias de la capital. La ilusión apenas empieza.