Como dicen las abuelas: “El frío se mete hasta en los huesos” en esta zona rural de Bogotá, donde la prenda de vestir más común es la ruana. Se trata de Mochuelo Alto, en la localidad de Ciudad Bolívar, un lugar donde aún corre el aire puro y cuyos habitantes tienen los ojos amables, los corazones grandes y las manos trabajadoras.
Tal es el caso de Davian Rodríguez y Paola Arévalo, una joven pareja campesina beneficiaria del Programa de Mejoramiento de Vivienda Rural de la Secretaría del Hábitat. Él trabaja en el campo sembrando papa entre semana y, como ayudante de obra, algunos fines de semana.
Ella se encarga de cuidar a sus hijos; Sarita de seis años y a Adrián de un año y, a veces, para ayudar con los gastos del hogar, trabaja en la panadería del pueblo.
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Se hablan con los ojos. No necesitan palabras para comunicarse, como si llevaran más de veinte años juntos, aunque solo llevan nueve. Se conocen desde siempre porque en esa zona del mundo, como en pocas, todos saben quién es el vecino, la mayoría es familia y en la casa del lado siempre hay comida suficiente cuando a alguien de la vereda tiene hambre.
Paola dice que fue ella quien “le echó primero el ojo” a Davian. Seguramente, con su mirada azul lo enamoró. Él solo se ríe y asiente. Los dos están felices de tener la casa de sus sueños. Cuando la Secretaría del Hábitat llegó a la zona para mejorar viviendas, no dudaron ni un segundo en inscribirse. Un tiempo después, recibieron una respuesta positiva y, en tan solo veinte días, ya tenían pisos, techo y cocina nuevos.
Tal fue la emoción de la pareja al ver los cambios en su nuevo hogar que decidieron hacer una habitación extra con sus propios recursos. De esta manera, sus hijos tendrían un espacio independiente. Paola asegura que este fue el impulso que necesitaban para consolidarse como familia.
En la siguiente imagen, el antes y el después del mejoramiento de la cocina de la vivienda de la familia Rodríguez Arévalo:
Hoy, solo les falta poner ventanas y puertas para poder empezar a vivir en su nueva casa, un anhelo que pensaban que tardaría unos años en llegar y que, gracias al Programa de Mejoramiento de Vivienda Rural, podrán hacer realidad muy pronto.
Son personas de pocas palabras, pero sus sonrisas lo dicen todo. No paran de hacer planes para adecuar su hogar y empezar a vivir en la casa de sus sueños. Davian hace un esfuerzo, deja atrás su timidez y se despide del equipo de Hábitat levantando la mano y diciendo: ¡Estaremos eternamente agradecidos, Dios los bendiga!
Te invitamos a conocer en la siguientes imágenes, cómo quedó la casa de los Rodríguez Arévalo después de haber pasado por un proceso de mejoramiento de la Secretaría del Hábitat 👇
