Después de dormir en las frías calles bogotanas, cerca de 8 años, doña Sandra Botero, gracias al apoyo de la Tropa Social del Distrito, volvió a conciliar el sueño con el calor y la seguridad que brindan el techo y las paredes de una habitación confortable.
Por eso, en medio de una de esas noches, en la terraza del que ahora es su nuevo hogar y acompañada por el que es su compañero de vida, no pudo dejar de agradecer esa nueva etapa de su vida, sin olvidar la suerte que estuvieran corriendo sus antiguos compañeros de andanzas, sometidos a los vaivenes del clima gélido que caracteriza a la intemperie en Bogotá.
“Ayyy horrible- afirma- No más anoche que estaba lloviendo, yo le decía a él: '¡Ayyy, Dios mío! y los demás que todavía siguen en la calle y vea, al menos ya uno ha logrado salir, gracias a Dios, porque ese frío es muy tremendo'”.
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Sandra llegó de Cali para terminar su bachillerato
Acostumbrada al calorcito de Cali, Sandra, buscando cumplir su sueño de estudiar el bachillerato, dejó un empleo en una empresa de mensajería , hace 8 años empacó sus pocas cosas en una pequeña maleta y viajó a la capital de la república: Bogotá, a buscar más oportunidades para su vida.
Su arribo a la gran ciudad no fue como lo esperaba y pronto tuvo que acudir a los servicios sociales que ofrece el Distrito. “Terminé en la calle porque me quedé sin trabajo, estaba recién llegada y no tenía personas que me ayudaran hasta que conocí el hogar Centro Humanidad”. Allí llegaba, luego de trabajar como auxiliar de cocina en un restaurante cercano, a descansar hasta que se acabó su proceso y tuvo que salir a pagar arriendo.
Después de un par de meses se colgó con las mensualidades y debió volver a la calle, la fría calle que con sus largos brazos la arroparía por otros eternos y duros años.
Le robaban los zapatos mientras trataba de dormir
Ya sin las pocas cosas que había logrado conseguir, porque se las robaron en el desalojo, buscó un sitio donde instalarse y encontró en cercanías al parque del Bachué, un barrio del occidente bogotano, el sitio para iniciar esa nueva etapa. “Dormía frente al CAI, en un recoveco del centro de salud. Había que esperar a que cerraran el centro de salud y cuando cerraban entonces yo llegaba a descansar”.
Esas noches de ‘descanso’, muchas veces terminaban en pesadillas reales que la despertaban al darse cuenta de que, por ejemplo, las cobijas y los zapatos ya no estaban: se los habían robado, y tenía que irse a los contenedores de la basura para buscar algo que ponerse para empezar a caminar el nuevo día.
Fueron muchas noches en las que esa inseguridad y el frío hicieron mella en su cuerpo, aunque rescata que nunca le faltó la comida porque iba a los restaurantes y se ofrecía para botar la sobras y la basura y a cambio le daban alimento. “Por eso lado no sufría”, recuerda, en medio de un suspiro.
Jornadas de Autocuidado y Escucha Activa le cambiaron el destino
Con las ganas de rehacer su vida volvió otra vez su mirada a los servicios que ofrece el Distrito y en las Jornadas de Autocuidado y Escucha Activa, de la Subdirección de Adultez de la Secretaría de Integración Social, encontró el impulso suficiente para salir otra vez de la calle.
A continuación, una foto de una de las jornadas que hace la Tropa Social con habitantes de calle:
Gracias a los consejos y diálogos que tenía con el equipo de troperos, Sandra, quien ya supera los 50 años de edad; hace dos meses juntó sus ahorros, producto del reciclaje, y consiguió una habitación en el barrio Luis Carlos Galán, en Engativá, allí cerca de donde pasó unas noches muy amargas.
Al lado de Arley, a quien conoció en su acercamiento a los servicios que ofrece el Distrito, pues él era un recuperador ambiental, volvió a dormir tranquila y a disfrutar del amor, el afecto y el calor de hogar, que ya se estaban empezando a borrar de su memoria. Por eso recuerda como muy especial esa primera noche fuera de las calles: “¡Eeehh Ave maría, ‘espetacularrr’!. Un cambio bastante inigualable al de la calle, ya con el calor de tu hogar, de tu casa”.
Duraba hasta un mes sin bañarse
Hoy ya puede disfrutar de un baño diario, dejando atrás esos días en los que pasaba hasta un mes sin aseares y solo la presencia de las jornadas de Integración Social le permitían reconciliarse con su lado más humano. “Una ayuda bastante grande porque siempre uno esperaba, anhelaba, cuando va a llegar la Brigada para bañarse, poder asearse. Siempre fue de mucha ayuda útil gracias a Dios”, agradece.
En las jornadas de Autocuidado y Escucha Activa de Engativá, más de 100 habitantes de calle se benefician con duchas, alimentación, acompañamiento psicosocial y una mano amiga para salir de las calles, alejados del consumo de sustancias, a través del apoyo de los centros de atención del Distrito.
“Sandrita, como cariñosamente le decimos, es una usuaria ejemplar. Siempre tiene la disposición, asiste con juicio a los talleres sobre el periodo menstrual que ofrecemos, aplica el autocuidado en cada una de las jornadas y se asesora en diferentes temas dependiendo su necesidad”, cuenta Yina Gómez, integrante de la Tropa Social de Rescate.
Por estos días anda en las vueltas para que le instalen un servicio de parabólica y así poder tener algo de diversión con el 'televisorcito' que le regalaron porque debido a que el tema del reciclaje no está tan bueno, no puede darse el lujo de salir a echarse una bailadita y a recordar esos años juveniles en los que la salsa era su elección a la hora de bailar en su siempre añorada ‘tierrita’, Cali, donde le gustaría comprar una casita para pasar sus últimos años.
Muy pronto Sandra será bachiller
Hoy sigue empeñada en terminar su bachillerato, que está estudiando en el colegio República Argentina, al que le cuesta un poco llegar, pero igual sigue adelante porque sabe que es la vía para cambiar su presente, un presente que dedica a reciclar en un pequeño triciclo que acaba de comprar.
“Un día me encontré una candonga y unos diente de oro. Los vendí para el mercado, para las deudas”, cuenta y agrega que los domingos se va al Parque Tercer Milenio, al madrugón, a vender lo que rescata de las cosas que cada día recoge: ropa, zapatos de niño, de adulto, corotos, lo que salga.
Sandra Botero, es una caleña que en Bogotá vivió momentos muy difíciles, pero que ha tenido una especie de renacer gracias al apoyo del Distrito, el mismo que le gustaría retribuir ayudando a otros a recorrer su camino de redención, a salir de la calle, de la que nunca olvidará lo duro que es vivir en ella.