Latas de pintura, vinilos, aerosoles reposan en el piso junto a rodillos, brochas y recipientes. En medio del caos del tráfico de las 9 de la mañana en la calle 68 con carrera 58, se ve a un joven alto y desgarbado conversando con un grupo de adultos mayores.
Se trata de Ricardo Steven Acosta, o 'Chip’, como lo conocen sus amigos. Artista visual, graffitero, aerógrafo, ‘skater’ y emprendedor, quien ha dedicado la mayor parte de sus 34 años de vida a hacer lo que realmente le gusta y le apasiona: pintar. La capacidad de interpretar la realidad de una manera amplia y diversa es lo que caracteriza su obra. Además en su tiempo libre dirige la mesa de graffiti de la localidad de Teusaquillo, ‘Teusatag’.
Viste pantalón ancho color beige, camiseta roja con rayas azules y blancas y una gorra tejida en lana negra. Indaga sobre la postura y el pensamiento de los abuelos de su barrios frente al graffiti. Los escucha atentamente y trata de aclarar dudas y disipar algunos estigmas que se gestan en torno a este arte.
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Justamente esa sensibilidad define su visión como artista. Sus obras abordan distintas temáticas, algunas con contenido político, crítica social, conciencia ambiental, que comunican e inquietan a sus espectadores anónimos, ciudadanos del común o transeúntes desprevenidos.
Conoció el graffiti a los 12 años, en plena época de adolescencia y rebeldía, aunque nunca lo ha dejado. Así mismo se encontró con el rap y el ‘skateboarding’, desde entonces compañeros inseparables. Finalizaba la década de 1990, época en el que se cimentó una generación más contestataria, urgida de expresar sentires desde otras alternativas.
El primer graffiti lo pintó en 1999, en compañía de dos ‘parceros’, Walter y Camilo. Plasmó su nombre utilizando pinturas de color rojo y negro, sobre uno de los muros que encerraban un lote.
La Biblioteca el Tintal, templo de su creatividad
Se mudó con su madre y su padrastro al Tintal, pero aclara que cuando llegó al sector no existía la biblioteca, en su lugar había un parqueadero de camiones de basura de LIME. Posteriormente fue testigo tanto de la construcción de la biblioteca el Tintal, recuerda que no eran más de 300 libros y unos pocos computadores con acceso gratuito a internet.
Los espacios amplios y el silencio de la biblioteca fueron propicios, casi cómplices, para la práctica del dibujo. En cuadernos dedicó horas a dibujar partes del cuerpo, orejas, bocas, narices, perfeccionó trazos, soltó su mano, decidió aprender empíricamente, a lo ‘Leonardo da Vinci’ pues era consciente que lo que necesitaba no lo conseguiría en ningún libro. “Me obsesioné, fueron largas sesiones dentro de la biblioteca, sentado, observando los rostros y fisionomía de la gente que llegaba a estudiar, y a quienes calcaba a lápiz”, asegura.
Sumado a la práctica del dibujo, el tiempo se le iba montando tabla, rapeando y escuchando ‘hip hop’ con el parche de amigos, lo que le llevo a descuidar sus estudios, perder algunos años del colegio y a fuertes llamados de atención de su mamá y padrastro. Así mismo como llegaba del colegio, se cambiaba de ropa y salía de su casa a andar en la calle, salía pese a las restricciones y castigos. Se sentía libre sobre su tabla y lo sigue sintiendo, la misma sensación que experimenta al pintar o al mezclar música.
El graffiti le exigía recursos, para la compra de las pinturas y los aerosoles, por lo que trabajaba en el taller de muebles que tenía su madre y padrastro.
De pintar con vinilos y aerosoles, saltó a la aerografía, técnica que conoció por un ‘parcerito’ que llegó al barrio El Tintal. Fue su mentor. Pintar con aerografía era más barato y requería un poco menos de tiempo. Lo limitado en ese entonces era no contar con el equipo, para pintar debía esperar que alguien se lo prestara.
Por coincidencias del destino, un familiar lo contrató para que le hiciera un trabajo. El señor tenía muchos aerógrafos y al darse cuenta del talento de 'Chip' le obsequió uno, lo que le permitió trabajar las dos técnicas de manera combinada, invirtiendo menos dinero y tiempo.
Con el rap y el ‘Hip Hop’ conoció a Waira, su novia, con quien vive hace ocho años en Galerías y quien además ha sido su fortaleza en momentos o situaciones difíciles y angustiantes, en los que se ha perdido y desconectado de todo, como la muerte de su hermano José a los 14 años por un accidente en TransMilenio.
Entender y aceptar la pérdida de su hermano le ha llevado tiempo. El vínculo era muy fuerte, pues él lo cuidó junto con su otro hermano menor. Fue tan duro ese episodio que lo alejó del graffiti, la tabla y la música, sucumbió al alcohol y a otras adicciones. Sin embargo, La pérdida también trajo el reencuentro y acercamiento con su madre y padrastro.
Graffiti con valor histórico
Como líder de la mesa de Graffiti, ‘Chip’ organizó y lideró el evento llamado ‘El Graffitazo’ el cual se realizó el 7 de abril del 2018, en el marco de la conmemoración del ‘Bogotazo’, actividad en la que varios artistas visuales participaron y plasmaron 16 murales sobre un muro de más de 50 metros de largo.
Ha trabajado conjuntamente con la comunidad, lideró la estrategia ‘Colores’ para transformar el barrio El Campín dentro de la línea de convivencia, paz y reconciliación de la Estrategia de Abordaje Territorial. Ha elaborado murales en la subdirección local de Teusaquillo con la ayuda de personas mayores, derribando imaginarios, entendiendo realidades y plasmándolas en sus obras, razones por las que ha sido postulado para una beca que gestiona el Servicio a la Ciudadanía.
Es un convencido del talento que hay en la localidad de Teusaquillo, razón por la que constantemente genera espacios de encuentro y reconocimiento entre jóvenes artistas.