Damas de corazón amarillo: mujeres taxistas de Bogotá

23·AGO·2020
Las mujeres taxistas nos abren los ojos a una problemática social: ¿democratizar el cuidado en las familias?
Andrea y María, dos mujeres taxistas que son referencia en esta nota.
Ángela y María nos contaron su testimonio sobre la experiencia de ser taxista en Bogotá.

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Una mujer taxista sigue siendo una imagen transgresora en la vía, todavía las personas se fijan en las conductoras como si fueran un actor divergente dentro de la movilidad. Sin embargo, la historia reciente les dice a los sorprendidos que este oficio también les pertenece a ellas desde hace décadas y que la aparente anormalidad radica en una división del trabajo que tiene el género como un factor determinante. Según estas reglas, aún presentes en la cultura, las mujeres deben estar dedicadas al cuidado mientras su pareja (masculina) debe trabajar y llevar el ingreso necesario para el sostenimiento de la familia. 

Esta asociación de las mujeres con la economía del cuidado es un desafío en las nuevas políticas públicas orientadas a la equidad de género, cuya apuesta radica en democratizar este trabajo no remunerado y garantizar igualdad de oportunidades en todos los entornos laborales para las mujeres. Es este el mundo que enfrentan las taxistas en su gran mayoría: son madres cabeza de hogar, tienen la obligación de generar ingresos para su núcleo familiar y también asumir el cuidado de sus miembros o el “cuidado de la vida” como lo denominan los teóricos. 

Entrevistamos a dos mujeres que trabajan en el gremio: una de ellas, Andrea, empezó a trabajar en un taxi hace casi dos años y la otra versión es de María Jimena, que lleva 25 años en el gremio y ha recorrido la ciudad de norte a sur con dedicación y amor por su trabajo. Son "Damas de corazón amarillo" como se han denominado en un grupo de chat exclusivo de mujeres taxistas donde la sororidad es la regla.

María Jimena: la experiencia con pase de alta categoría

Superabuela

A María Jimena la conocen en el gremio por ser una mujer calmada y sabia. Es una creyente fervorosa que asiste a la iglesia Misión Carismática Internacional. Ella es el rostro de la emancipación, pues su historia como conductora nació de la necesidad de autonomía y de ser productiva para sí misma. Una vez le dijo a su esposo, un mecánico de profesión, que quería aprender a manejar para trabajar como taxista. Ante la mirada escéptica de su pareja, se fue a sacar una licencia y al llegar al lugar donde las expedían, solicitó una de la máxima categoría. La reacción de quien la atendió fue de incredulidad: "¿Acaso piensa manejar mula?"; su respuesta contundente: "¡Manejaré lo que sea!". 

María Jimena disfruta su trabajo y dice que, cada vez que sale a sus jornadas, disfruta conocer personas. Fue tal su fascinación con este trabajo, que en su primer día condujo cerca de 24 horas continuas hasta que una “tembladera” la obligó a parar para ir a comer y descansar. Así se enamoró de las calles y de Bogotá, la ciudad que disfruta de norte a sur porque en cada barrio encuentra un lugar fascinante. 

Ella dice extrañar los tiempos en los que su gremio era más solidario cuando todos se ayudaban en las calles, y ahora se declara sorprendida por la alta competencia y la falta de unidad. Para esta mujer, que ha fungido como psicóloga y consejera matrimonial de sus pasajeros, la salud mental es muy importante, es consciente de las debilidades propias de la condición humana y por eso también, cuando le dan la oportunidad, transmite su mensaje religioso que parte más de un afán por ayudar a quienes no encuentran la tranquilidad y hacen catarsis mientras se dirigen a algún destino en la ciudad.

Paola Andrea: una tradición familiar en los taxis

Andrea Londoño

Andrea tiene 25 años y es madre de Juliana de 7 años. Su vida laboral, antes de ser taxista, estuvo dedicada a las ventas. Recorrió barrios enteros ofreciendo productos a tenderos y recuerda las jornadas extenuantes de largas caminatas esperando cumplir las metas, ganar bonos y también comisiones. 

Cuando su padre Sergio Londoño, un taxista con 16 años de dedicación al oficio, decayó por problemas de salud, ella asistió a su madre en el proceso de cuidarlo durante una larga y sufrida enfermedad: "Como yo era la única mujer, tuve que dejar de trabajar para dedicarme a cuidarlo, hacer las vueltas de la EPS y comprarle los medicamentos". Así terminaron sus años como vendedora tienda a tienda y pasó de los dulces y los paquetes de alimentos listos para el consumo, a las filas y los trámites propios de los servicios de salud. 

Cuando su padre falleció el golpe para la familia fue difícil de superar, pero su vida siguió y pronto las necesidades apremiaron. Así fue como la imagen de Sergio, el taxista que sacó a su familia adelante transportando personas por la ciudad, se convirtió en una señal para ella: la opción era seguir la tradición y dedicarse al mismo trabajo. Así fue como su vida entró en una nueva etapa de máxima exigencia: madrugar, alistar a su hija para llevarla al colegio, ir a trabajar, recogerla al medio día y llevarla a casa, almuerzo y tareas y luego y salir de nuevo para regresar en las noches a preparar la comida.

"Hay que dedicarle tiempo al trabajo porque sino uno no hace plata para uno, sino solo para el propietario",  así explica ella las ausencias que su pareja en ese momento le reclamó, aún con su estricta dedicación al cuidado de su hija y a cumplir con labores domésticas a destiempo. 

Muchas veces nos recargan toda la responsabilidad de cuidar a nuestros hijos, nuestros padres y hasta a nuestros esposos. En la mayoría de familias siempre esto resulta ser una obligación de las mujeres. Pero todo depende de la crianza. Por ejemplo, con mi actual pareja, nos repartimos las obligaciones. Nosotras nos abrimos caminos en un sector de hombres y les decimos que podemos conducir incluso mejor que ellos y además ocuparnos de nuestros hijos y de nuestra casa porque somos mulitifuncionales.

En cuanto a la red de apoyo entre el gremio, Andrea es clara en afirmar que todos actúan en bloque sin importar si son hombre o mujeres: "Nosotros nos cuidamos y nos acompañamos. Tenemos códigos en grupos de chat o en el radio teléfono para que otros nos ayuden y nos cuiden cuando nos sentimos en riesgo". Pero ella también habla de una solidaridad que trasciende a este oficio en particular y exalta el hecho de que las mujeres escalen en el escenario político para que puedan realizar acciones más claras frente a las necesidades de las trabajadoras: "Yo he celebrado que la alcaldesa, siendo una mujer, haya llegado hasta este punto. Como nosotras sabemos lo difícil que resulta escalar en un mundo hecho para los hombres, esperamos de ella su respaldo y soluciones en temas claves como la vivienda". 

Las mujeres taxistas, según estas líderes, son en su mayoría mujeres cabeza de hogar y tienen grandes carencias con las que se deben enfrentar a diario. Programas para compra de vivienda y las guarderías son necesidades apremiantes para garantizar el ejercicio de su trabajo de manera digna y sin enfrentar las cargas impuestas socialmente por el solo hecho de ser mujeres. 

Bogotá se prepara para una economía del cuidado que, según la alcaldesa Claudia López, ofrecerá múltiples servicios a través de manzanas del cuidado con guarderías 24 horas y hasta salas de atención especial para mujeres que atienden niños, niñas, población especial o vulnerable. Esta estrategia incluye cocinas y lavadoras comunitarias para alivianar las cargas del trabajo doméstico, además de la posibilidad de contar con asistencias sociales. Las mujeres taxistas podrían ser las primeras beneficiarias de estos programas. 

Pero este capítulo especial para las mujeres en la historia de la ciudad no se detiene en el cuidado, aún hay desafíos como los programas de vivienda. El 49% de los hogares del mapa de pobreza en Bogotá son encabezados por mujeres y por eso, a través de la Secretaría del Hábitat se ha creado un programa de vivienda para ellas: las mujeres cabeza de hogar. 

La deuda histórica se empezará a pagar en Bogotá con un nuevo contrato social que empieza por garantizar equidad en el acceso a oportunidades y una democratización del cuidado que incluya a las familias, a las instituciones y al sector privado.