Libardo Asprilla es oriundo de Tagachí, Chocó. Llegó hace poco más de 30 años a la capital, en busca de lograr su sueño de estudiar agronomía. En esa época la comunidad afro que residía en Bogotá no era tan numerosa como hoy en día.
“Llegué con 1.000 pesos en el bolsillo, lleno de ilusiones y mucho optimismo. Me fue difícil acostumbrarme al clima frío, pero me quedé porque descubrí que Bogotá es una ciudad llena de oportunidades. Hay que buscarlas”. Llegó a una posada en la localidad La Candelaria. El espíritu colonial de la zona lo enamoró.
Es el segundo de quince hermanos. Su sueño era ser agrónomo. Sin embargo, los horarios de estudio se cruzaban con su idea de buscar trabajo. Nunca inició clases y a sus 18 años ya trabajaba como profesor de primaria en el Liceo Bethesda.
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Un año después, se empleó como mensajero en un banco reconocido de Bogotá. La entidad lo apoyó para acceder a estudios superiores y optó por cursar economía. Tuvo un rápido ascenso y a los 24 años fue elegido para un cargo ejecutivo.
Desde su llegada a Bogotá, tenía entre sus planes compartir los aspectos culturales de su región con la gente de la ciudad. Fue por esta razón que, a pesar de estar cómodo con su trabajo, decidió renunciar para abrir su propio restaurante.
Con el apoyo de sus anteriores jefes, amigos y conocidos el restaurante “Su Costa” fue todo un éxito y, poco a poco, se convirtió en un punto de encuentro para la comunidad afro, que veía en Libardo a un líder y a un referente.
Fue justamente esta situación la que lo llevó a involucrarse en el sector público como representante y defensor de la comunidad afrodescendiente. Al igual que le sucedió como empleado del sector bancario comenzó desde abajo, pasó por diferentes entidades del Distrito hasta llegar a ser director de Asuntos para Comunidades Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras del Ministerio del Interior.
A este cargo renunció hace poco para perseguir un nuevo sueño: quiere ser concejal de Bogotá para seguir apoyando todo lo que hasta el momento se ha hecho en materia de igualdad y equidad para todos los grupos étnicos que habitan en la ciudad.
“Sé que se ha hecho mucho, hoy Bogotá es una ciudad muy incluyente, pero todavía en la calle he escuchado o me han dicho, 'negro tenía que ser' y eso tiene que cambiar”, dice Libardo sin ningún dejo de resentimiento en su voz. Es un agradecido de todo lo que le ha dado la ciudad. Acá se hizo profesional, conoció a su esposa y formó una familia. Creó un club deportivo y no se cansa de buscar nuevos retos.
Sigue recordando su Tagachí, a orillas del río Atrato. Pero cuando habla de su presente y todo lo que ha logrado, dice con orgullo 'Te amo Bogotá'.