Tiago Ferro comenzó a escribir El padre de la niña muerta después de la muerte de su propia hija. José Zuleta escribió Lo que no fue dicho como una carta a su madre, a quien conoció cuando era adulto. ¿Qué tipo de pulsión los llevó a escribir estos libros de autoficción? ¿La necesidad de catarsis, el deseo de no olvidar o, por el contrario, cauterizar la herida para no volver la vista atrás? ¿La literatura es capaz de ello?
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