JUAN YA NO CORRE POR SU VIDA: ¡CORRE PARA IR A ESTUDIAR!

29·AGO·2014
Dejar sus estudios era lo de menos. La prioridad de su familia era huir de la guerra y conservar sus vidas. Después de 5 años fuera de las aulas,...

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Dejar sus estudios era lo de menos. La prioridad de su familia era huir de la guerra y conservar sus vidas. Después de 5 años fuera de las aulas, Juan regresó a la escuela. Este es su testimonio. 

10 vacas, 5 perros, 7 cerdos, 10 terneros y un galpón de gallinas eran los animales que habitaban en la finca del papá de Juan*. Un niño de 11 años que, como otras 43 mil personas en los últimos 5 años, llegó a Bogotá huyendo del conflicto armado.

Hoy se suma a esa cifra inverosímil víctimas por desplazamiento forzado en Colombia: más de 5 millones de personas desterradas a enero de 2014, según el registro de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas
 
Juan no olvida su pasado campesino. Entre sus recuerdos está el río Orito, caudal que atravesaba todos los días para llegar a la escuela de Puerto Caicedo, su pueblo de origen, ubicado en el bajo Putumayo, a 64 kilómetros de Mocoa. 
 
Su vida transcurría entre la tranquilidad que ofrecía la vegetación y la realización de sus actividades diarias: estudiar y observar cómo sus hermanos mayores ayudaban a sus padres a sembrar yuca, plátano y otros alimentos que luego vendían en el casco urbano del pueblo.
 
Mientras Juan aprendía a leer y a escribir hace 5 años, su padre recibió amenazas de muerte de la guerrilla. Este último decidió esconderse en el monte, aunque no contaba con que su hijo menor no lo dejaría pasar esa prueba en total soledad. 
 
Durante una semana se refugiaron entre la maleza, sorteando todo tipo de situaciones de peligro. “Cuando pasaba la guerrilla, nos quedábamos tendidos en el piso”, cuenta Juan con una serenidad que contrasta con la situación que relata.
 
No tuvieron más opción que contactar al resto de su familia y huir de sus tierras dejando todas sus posesiones. Con poco dinero y apenas la ropa que llevaban puesta, llegaron a Bogotá a comenzar una nueva vida.
 
En ese nuevo escenario no había tiempo para pensar en la educación de Juan y sus hermanos. La prioridad era conseguir dinero para comer y pagar el arriendo en las diferentes pensiones en las que vivieron al llegar a la urbe más grande del país.
 
Durante casi 3 años, y tras un fallido intento de retomar sus estudios en Bogotá, la realidad de Juan se redujo a estar encerrado en su casa. A comienzos de 2013, sus padres lo inscribieron en el colegio distrital Estados Unidos de América, de la localidad de Rafael Uribe Uribe, uno de los 71 colegios que ofrecen el programa Volver a la Escuela en Bogotá.Actualmente, Juan va por la mitad de un proceso que lo prepara para que ingrese a grado 6º en el calendario escolar de 2015.

Recuperando el derecho a la educación

A través de ese programa que ofrece el Distrito, más de 6 mil niñas, niños y jóvenes, entre 9 y 15 años de edad, que por diversas circunstancias abandonaron sus colegios, retornaron en 2013 a las aulas de clase con la posibilidad de finalizar su educación básica e iniciar su bachillerato. 
 
Sandra Carvajal, profesional de la Dirección de Inclusión e Integración de Poblaciones de la Secretaría de Educación del Distrito, asegura que el objetivo de ese programa que arrancó en 1998 es “restituir el derecho a la educación de quienes han estado por fuera del sistema educativo o se han retirado de él”.
 
En esas 71 instituciones educativas se reciben estudiantes que, como Juan, han abandonado sus estudios por múltiples razones; la suya es el desplazamiento forzado, pero a esta se suman otras problemáticas como el abandono, los problemas familiares, la poca motivación académica y la constante movilización de las familias.

Un proceso que busca nivelar a los estudiantes

Las profesoras Nancy Astrid Cepeda y Esperanza Castellanos manejan el programa en el Colegio Estados Unidos de América. Durante el proceso, sus estudiantes atraviesan por tres fases metodológicas: Procesos Básicos, Aceleración Primaria y Aceleración Secundaria. “Primero hacemos un diagnóstico y definimos quienes van a Procesos Básicos y quienes pasan a Aceleración”, explica la profesora Castellanos.
 
Sobre cada fase, la profesora Cepeda complementa que “estudiantes con falencias significativas en lectura y escritura, y sin bases en matemáticas, ingresan a procesos básicos (…) quienes estén avanzados en esos temas, ingresan a las aulas de aceleración”. 

Superando el miedo del retorno a clases

Juan recordó que con los números se hacen operaciones de aritmética y que es importante tener un buen nivel de lectura y escritura. Eso fue lo primero que reforzó al cursar la fase de procesos básicos. Con pocas semanas en las aulas de aceleración, asegura que el proceso avanza más rápido, pero eso ya no lo intimida. “Ya aprendí a multiplicar y dividir”, afirma con una expresión de seguridad.
 
Juan extraña constantemente sus años en el campo, y aunque tendrá que vivir su adolescencia en una ciudad que apenas descubre, afirma que Bogotá es para él un bello lugar. 
 
Eso sí, aún no entiende por qué en esta ciudad se deben pagar altas sumas de dinero para suplir las necesidades básicas: “Aquí todo vale, mientras que en Putumayo si queríamos comer pescado, íbamos a pescar; si queríamos huevos, mirábamos las gallinas; si queríamos gallina, arreglábamos una”, relata Juan quien ahora tiene una perspectiva distinta de la vida: “Me gustaría volver al campo, pero aquí tengo estudio y vivimos tranquilos”.
 
*Nombre cambiado para proteger la identidad del protagonista de la historia. 

Por David Amaya Alfonso
Fotos Julio Barrera