La Loca Margarita, el negro Chivas, Pomponio y el Bobo del Tranvía, todos locos por amor, marcaron con sus historias la vida de la Bogotá de mediados de siglo XX.
Aunque locos, se convirtieron en personajes respetables, reconocidos en todos los estratos de la sociedad capitalina. Eran verdaderas estrellas de las calles en una ciudad en pleno desarrollo y transformación.
Una era defensora a muerte del partido liberal, otro un obsesionado por desafiar el sol. Uno se convirtió en el ‘jefe supremo del tráfico de Bogotá' y el último en el primer y más versátil cartero de la capital. Todos enloquecieron por causa del amor.
Margarita era una mujer desdentada y vestía siempre de rojo, de pies a cabeza. Llegó a Bogotá desde Fusagasugá huyendo de la violencia. Su marido, un patriota de la guerra de los mil días, y su hijo un liberal fusilado a manos del ejército conservador.
Reconocida y aceptada en las casas de las damas de la alta sociedad, contaba con el increíble don de la adivinación. Predijo jornadas de lluvia y la muerte de su admirado General Uribe Uribe, a quién intentó muy tarde advertir de su destino.
Minutos después del atentando que acabó con su vida, llegó al lugar de los hechos, y en medio de su dolor, empapó su cuerpo con la sangre del general. Su amor por el líder inmolado fue la causa final de su locura.
El negro Chivas, chocoano de nacimiento, vino a Bogotá para cumplir su sueño de estudiar derecho en la Universidad Libre. Alto e imponente, vestía trajes de paño viejos y acabados. Las dificultades económicas propias de un estudiante reciente llegado a la ciudad lo marcaron de manera definitiva.
La noticia de la muerte de sus padres, fue el primer golpe. La traición de su mulata con un blanco, la cual dejó en Quibdó en promesa de matrimonio, se convirtió en el segundo y en el más certero de todos.
Loco de amor bautizó a su enemigo como ‘as de oros' y en medio de su delirio lo identificó con el sol. Lo miraba a plena luz del día y le gritaba: "te llevaste a mi novia, te llevaste a mi mujer, me la quitaste, ¿cuando me la vas a devolver?". Al final, además de loco, se quedó sin lágrimas y con las pupilas desorbitadas.
Pomponio, personaje extravagante y de lenguaje florido, hijo de la alta sociedad, fue objeto de burlas desde su infancia por comer en exceso, particularmente queso. Con los años quienes querían colmar su paciencia sabían que con la pregunta ‘¿Pomponio, quiere queso?' traían a la memoria aquellos difíciles momentos de infancia.
Su amor por una mujer fue la causa de su locura. Algunos dicen que ella lo abandonó en el altar. Otros, que una vez más fue objeto de burlas y engaños, esta vez por parte del hermano de la niña y sus amigos quienes se hicieron pasar por ella, ridiculizándolo y propinándole al final una brutal paliza.
Relegado de su familia y de la sociedad, finalmente se apartó del mundo. Años después, y a pesar de su locura, se convirtió en el cartero más prodigioso de Bogotá. Sorprendía su capacidad para organizar exactamente el orden de entrega de la correspondencia en tiempo record.
El Bobo del Tranvía también sorprendió a la ciudad. Su capacidad para perseguir tranvías asemejaba a la destreza de un deportista de alto rendimiento. Con los años fue nombrado por un grupo de estudiantes como director y jefe supremo del tráfico capitalino.
Aunque colaboró por años en la organización de pasajeros en el sistema de tranvías, este título y su locura nacen del amor fraternal del Bobo hacia su hermana. Objeto de engaños y mientras estaba comiendo bizcochos, ella se escapaba en el tranvía con un grupo de amigos.
Loco de la angustia por descuidarla persiguió muchos tranvías, hasta que finalmente fue atropellado por uno de ellos. Este accidente y el amor fueron los detonantes de su locura.
Todos eran verdaderos locos de amor. Algunos terminaron sus días en un manicomio, Margarita en una cama de hospital protegida por Lorencita Villegas de Santos en persona.
Ellos, al igual que el conde de cuchicute, el artista colombiano, el doctor Goyeneche y la aguatera Petrolina, hacen parte de los personajes extraordinarios que dejaron su huella en las calles del centro de Bogotá y que permanecen fuertemente arraigados en la memoria histórica de nuestra ciudad.