Después de ser un habitante de las calles de Bogotá durante 35 años, Juan Luis Castellanos, no solo logró salir de ellas, apoyado por el Distrito y sus hermanos, entre otros, a los 59 años –edad actual– cumplió uno de sus grandes sueños: graduarse como abogado de la Universidad Libre.
A continuación, una fotografía del grado como abogado de Juan Luis Castellanos.
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“Llevo 18 años trabajando en la Secretaría de Integración Social, con habitantes de calle, y es la primera persona que veo que se gradúa de profesional’’, asegura con algo más que orgullo, Constanza Mejía, coordinadora del Centro de Autocuidado en Puente Aranda, quien lo acompañó en buena parte de su proceso de recuperación del consumo de drogas.
Se volvió consumidor de marihuana por tratar de salvar a un amigo
Una historia de superación admirable, que tiene otro ingrediente que la hace más especial: el señor Castellanos se volvió consumidor de marihuana, en un comienzo, por tratar de salvar a un amigo, buscando enseñarle que sí se podía superar esa dependencia.
“Había un amigo que consumía y yo le decía que por qué no se retiraba y él me decía que no podía, que estaba bien así. Entonces yo dije: ‘Pues si me meto y me salgo, pues de pronto, le demuestro que sí se puede’”, asegura el señor Castellanos a quien, con su nuevo título de abogado, no le incomoda si le dicen doctor, señor o simplemente Juan.
Ese amigo del que habla es Carlos Vásquez, quien llegó en 1968 al barrio Primavera, en la localidad de Puente Aranda, y allí conoció a Juan Luis, del que se hizo un gran amigo. Diez años después, ya en el colegio, Carlos empezó a fumar marihuana.
Después de mucho insistirle que dejara ese vicio, sin ver ningún resultado, surgió la osada propuesta de Juan Luis para tratar de salvar a su compañero y amigo que tuvo un desenlace que no era el esperado.
Esta es una foto de los primeros años de la amistad de Juan Castellanos con Carlos Vásquez.
''Terminé todo tipo de consumo de droga y él continuó ahí metido''
“Eso pasó porque nosotros nos graduamos de bachiller, en el ochenta y pico y yo ya consumía droga y él no. Se metió a ver cómo era la vaina, y a ver si me sacaba y después yo terminé en el 2000, terminé todo tipo de consumo de droga y él continuó ahí metido en el asunto’’, recuerda Carlos, hoy con 61 años y quien tiene un hogar constituido y lejos de ese mundo caótico.
En esos primeros años de los 80, mientras iba adentrándose en el peligroso mundo de las drogas, Juan Luis trataba de llevar una vida ‘normal’ y con el apoyo de sus padres, primero estudió un semestre de química y biología, pero como desde que estaba en el colegio siempre le decían que 'parecía abogado por defender a los demás', empezó esa carrera en 1983, en la Universidad Libre.
‘’En el 84 hice mi segundo año y nunca lo terminé. Iba como a mitad de semestre y siempre lo aplazaba porque ya estaba entrenando en ese mundo fatídico y siempre aplazaba y aplazaba hasta que me retiré. Ya no había caso’’.
De la marihuana pasó a las pepas, al bazuco y a los hongos
Metido a redentor, por eso que Juan Luis Castellanos llama ‘paradojas de la vida’, se quedó atrapado en el consumo, ya no solo de marihuana. ‘’De la marihuana pasé a las pepas y ya revolvía marihuana, bazuco, pepas y hongos. Entonces, digamos que de alguna manera me salí de todas esas, pero me quedé en el mundo del bazuco, que deteriora tanto a la persona y la consume tanto. Usted cada vez quiere más y más y siempre queda con ganas. Eso no queda uno satisfecho de ninguna forma’’.
Por esa adicción, a pesar de que siguió viviendo en su casa, cada cierto tiempo -durante 10 o 15 días- se convertía en un habitante de calle más, donde vendía la ropa, los zapatos; todo lo que pudiera canjear para, con una nueva pinta, alimentar su consumo: ‘’Me daban un pantalón dos tallas más grandes; todo sucio, una camisa chirosa y quedaba uno transformado’’.
Fue una larga etapa en la que siempre encontró, cada vez que quiso, la tranquilidad del hogar, con un papá, que siempre le "aguantó mucho".
‘’Yo llegaba tempranito los domingos, me cambiaba me bañaba, y ya cuando mi papá llegaba, me decía que, 'dónde estaba', y yo le contestaba que, viajando; que con un amigo; que en tal lado. Así, yo le buscaba disculpas’’, evoca con un poco de remordimiento porque su padre trabajaba ‘como un caballo y se mataba’ para que, junto con sus hermanos, fueran profesionales.
Su papá se 'mataba' para que fueran profesionales
Mientras sus hermanos concretaban el sueño de su papá –uno de ellos es médico de la Universidad Nacional–, Juan se adentraba en los sitios más peligrosos de la ciudad, atraído por ‘el asunto’, como lo llama el amigo por el que se desvió del camino.
“Iba al Cartucho y a la 'L'. Ahí me la pasaba, me metía a '5 huecos', también en las ollas de Neiva. Un día, allá mataron al que estaba conmigo, a las 3 de la mañana. Qué les hubiera costado tirotearnos, no había nadie por ahí, y listo’’, cuenta de una de sus experiencias más fuertes, aunque hubo otra que tiene intacta en su memoria.
‘’Conseguí plata, volví, me cogieron y me decían que yo era un tombo. ‘Quitémosle la cabeza y echémoslo al río’. Que yo era infiltrado. Me dieron un planazo. Tenían revólver, machetes, como 12 personas al lado. En ese momento me di cuenta de que me iban a matar. Me vi muerto. Si no que, al que yo le compraba, dijo: ‘No, espere investigamos más’. Entonces yo saqué mis papeles y el tipo dijo: ‘Bueno, salga de aquí, rápido ¡váyase! No lo quiero volver a ver por acá, después yo no respondo por usted’.
Verle la cara a la muerte lo hizo reflexionar
Esa y otras experiencias similares, en las que entendió que no había más fondo, solo la muerte, lo llevaron a una reflexión profunda después de la cual buscó ayuda para poner fin a 25 años de estar sufriendo la calle y su dependencia. Un proceso, nada fácil, –duró 10 años– en el que fueron fundamentales las redes de apoyo como su familia y los servicios que ofrece el Distrito a través de la Secretaría de Integración Social.
A continuación, una foto de Juan Castellanos que siempre fue apoyado por Integración Social.
“El asistía a los servicios de Integración Social, especialmente, al Hogar de paso de la carrera 35, lo que es ahora el Centro de Autocuidado Puente Aranda. Él era habitante de calle y entonces asistía todos los días al hogar por todos los servicios que se brindaban, como atención de sus necesidades básicas y se le activaban rutas de atención’’, recuerda Nancy Mejía la coordinadora del centro y que fue vital en la recuperación de don Juan Luis Castellanos.
Esta historia continuará...
En un próximo artículo te contamos detalles del difícil proceso de recuperación del que fuera un habitante de calle por 35 años y que se acaba de graduar como abogado. También sabrás qué pasó con el amigo por el que se consumió en el mundo de las drogas, además de otro admirable gesto de amistad que tuvo con 7 consumidores como él y, finalmente, cómo fue el proceso para hacerse profesional. ¡No te lo pierdas!