Un mediodía, frío y ventoso de finales de julio, María Gladys Martín Guerrero observó cómo una persona con discapacidad visual, en una esquina de Bosa, en el sur de la capital, trataba de pasar una calle sin poder hacerlo porque la gente, los vehículos y en general el tráfico no se lo permitían. Una y otra vez, el señor intentó cruzar, pero no le fue posible por su movilidad reducida.
“Y el señor apenas ponía su bastoncito y tocaba el piso para tratar de seguir y, sabe qué, nadie le ayudó” dice, remarcando la palabra nadie.
Cansada de la indiferencia de la gente y tras dejar caer algunas lágrimas por la poca solidaridad de los transeúntes, María Gladys optó por atravesarse en plena vía y hasta que no logró su cometido, no quedó satisfecha. Solo entonces emprendió su retorno a casa, entre orgullosa, por haber podido ayudar, y triste, por lo que acababa de ver.
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Una bala perdida le cambió la vida
Mientras impulsaba su silla de ruedas, la hoy beneficiaria de las Manzanas del Cuidado del Distrito, dejó caer en su regazo otras lágrimas por la escena que acababa de presenciar, un poco por la indolencia de la gente y porque le recordaba los días difíciles que debió vivir después de que una bala pérdida le arrebató para siempre el movimiento a sus piernas.
Después de ese 7 de febrero de 2003 y tras pasar un duro período de aceptación de que su vida ya no sería la misma, al que se le sumó el que su esposo, después de cuatro años de acompañarla, se fuera dejándola con sus tres hijos y endeudada hasta con el arriendo de varios meses, María Gladys se propuso salir adelante. Ella, que era una mujer muy activa y amante de la bicicleta, en la que hacía muchas de sus actividades diarias, recobró el coraje que caracteriza a las mujeres cabeza de hogar y se propuso nuevas metas.
“Cuando mi esposo me dejó fue una situación muy dura, pero eso me hizo despertar. Yo lloraba todos los días y llegué a estar en unos estados de depresión muy graves, -admite- pero gracias a Dios y a mis hijos; una niña de tres años y dos niños de cinco y diez años, encontré el poder para salir adelante, ayudada por la comunidad”.
Llegó a Bogotá buscando un mejor futuro
Desde rifar pollos asados con las últimas cifras del número ganador de la lotería de Boyacá, tal vez rindiéndole un discreto homenaje a su natal Guayatá, de donde fue enviada por su madre a Bogotá, buscándole un mejor futuro, María Gladys vendió bolsas de basura, artículos para el aseo o ‘cualquier cosita’ y así logró juntar el dinero y la motivación para sacar adelante a sus hijos. “Ahí me iba lo más de bien y la gente me conocía en el barrio y todo el mundo me compraba, me ayudaba porque siempre he dado con gente muy buena”, agradece.
Han pasado ya 18 años y sigue allí en Bosa, en El Porvenir, donde hace diez años consiguió un apartamento que hoy le está ayudando a pagar su hija, quien se convirtió en su gran soporte para seguir rodando por el mundo, facilitándole un poco el llevar ese rótulo de ser una persona en condición de discapacidad, que cada día quiere ser más libre y menos dependiente.
“Hoy en día me defiendo bien. A mi hija le preguntan en el trabajo y con ¿Quién dejas a tu mami?, y ella les dice que no, que ella se maneja y se organiza solita”.
Según cuenta, lo único para lo que requiere ayuda es para entrar a bañarse muy temprano. Después de los quehaceres hogareños, queda lista para a las 7 y 30 de la mañana entrar a tomar sus clases de bachillerato, ya sean virtuales o presenciales pues ella es una de las beneficiarias del Centro de Desarrollo Comunitario, CDC, y la Manzana del Cuidado que hay en el barrio.
¿Qué son las Manzanas del Cuidado?
Las Manzanas del Cuidado son espacios físicos de 800 metros cuadrados donde se articulan diversos servicios como jardines infantiles, espacios para el adulto mayor y para las personas en condición de discapacidad con lugares para la recreación, formación, capacitación y la trasformación cultural. Allí se busca reconocer, redistribuir y reducir las cargas del cuidado que en la actualidad está en los hombros de las mujeres.
De acuerdo con Xinia Navarro, secretaria Distrital de Integración, la localidad de Bosa, la segunda con mayor índice de pobreza en Bogotá presenta un alto número de mujeres que requieren el apoyo de los gobiernos, por eso “las Manzanas del Cuidado son la forma de organizar el territorio para responder y liberar su tiempo para sus proyectos de vida priorizando su empleabilidad”.
Gracias a los entornos cada día más amigables con las personas en condición de discapacidad que tiene la ciudad, cuando las clases son presenciales no tiene problemas para recorrer las diez cuadras que la separan del CDC El Porvenir, a donde acude feliz a cursar su grado noveno de bachillerato, un proceso de formación que había interrumpido hace más de 30 años, y que retomó por las nuevas oportunidades que para las madres cabeza de hogar y mujeres en condición de discapacidad, entre otras , les brindan estos Centros de Desarrollo Comunitario, donde ella ya tomaba clases de gimnasia.
“Entonces ahí me enteré de que iban a dar bachillerato y muchas cosas más- recuerda-. Los profesores nos hacen sentir muy seguras y son muy chéveres y también estrictos, pero me siento bien porque yo también soy como un poquito estricta y me adhiero a ellos porque soy muy cumplidora de mis deberes”.
Esa disciplina y ganas de aprender las usa no solo para su cosecha. También es muy generosa a la hora de compartir sus conocimientos con sus 16 compañeras de curso, a las que asesora en cualquier materia, en especial en inglés que cree se ha hecho su fuerte.
Una mujer muy empoderada
Esa generosidad y ganas de ser mejor persona, que la animan cada día, han impactado a las otras alumnas que exaltan sus bondades. “Ella es una mujer muy empoderada; se destaca por sus habilidades, su empeño en aprender; en esforzarse por hacer buenos trabajos, por su compañerismo, porque con su discapacidad nos demuestra que nosotras las mujeres debemos ser muy fuertes y no nos podemos dejar vencer”, dice Carolina Otero, una de sus compañeras de estudio.
Aunque a veces, como cualquier ser humano, siente desesperanza y echa mano de esa fortaleza interior que ha ido forjando con la ayuda de Dios y con una actitud positiva, le saca sonrisas a todo aquel que se cruza en su camino, llevándole un mensaje de optimismo para que no deje de luchar por sus sueños, yendo siempre hacia adelante, sin mirar atrás. “Muy independientemente de la condición que tengamos, siempre debemos ser positivos, querernos y cultivarnos como seres humanos para encontrar la paz y el perdón”, sostiene.
Sueña con ser bachiller para conseguir un buen empleo
Por lo pronto tiene dos prioridades en su vida. La primera, es volver a practicar el hand cycle, un deporte en el que con una silla adaptada para carreras ha logrado varias victorias, gracias a su potencia, determinación y gusto por la adrenalina, la misma que estimula la producción de dopamina, una de las hormonas de la felicidad.
La segunda prioridad es graduarse como bachiller para conseguir un buen trabajo, que puede ser en seguridad o en un call center y dejar así de depender de las ventas por catálogo, uno de sus últimos emprendimientos del que dice “ya no es tan bueno porque con esta pandemia ya la gente prefiere comprar comida y no una colonia, una crema, un producto para lavar o qué sé yo. Ya no compran”, sentencia.
María Gladys Martín, con su espíritu ‘Guerrero’, es una de los cientos, miles de beneficiarias, a las que han impactado con sus variados programas las Manzanas del Cuidado, la iniciativa del Distrito para esas mujeres empoderadas y valientes, jefes de hogar, que han encontrado nuevas posibilidades para seguir transformando sus vidas y convertirse en modelos a seguir, independiente de las dificultades que hayan tenido.