El boxeo es un deporte que tradicionalmente ha estado asociado con la violencia y la agresividad, pero para Steffany Pacific, una joven beneficiaria del programa de esta disciplina deportiva del Instituto para la Protección de la Niñez y la Juventud, Idipron, se convirtió en un medio para brindar perdón y encontrar la paz perdida por culpa de un hecho que como una cicatriz profunda marcó su adolescencia, cuando vivía en Cajicá, Cundinamarca.
“Estaba sentada en un sitio y varios jóvenes la emprendieron con violencia contra mí, y eso generó el ánimo de venganza. Me vine a vivir a Bogotá y posteriormente ingresé al programa de boxeo de la entidad, con el fin de aprender a defenderme y para poder vengarme, pero en el transcurso del aprendizaje me di cuenta de que el perdón es el camino”.
Steffany había llegado al Idipron, tras salir de casa por su rebeldía juvenil y estar acosada por las drogas que la dejaron al borde de convertirse en habitante de calle. En medio de ese caos en que se había convertido su juvenil vida, apareció su padre, también beneficiario de la entidad, quien le habló de las bondades de las Unidades de Protección Integral, UPI, y finalmente la convenció para que ingresara.
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“Inicialmente fui a Liberia, una unidad que no es un internado normal, sino que te enseña con el principio de la libertad y eso me gustó”, recuerda con una sonrisa la hoy boxeadora, quien acaba de participar con otros cincuenta jóvenes, hombre y mujeres, de Idipron en Bogotá y del Inder de Medellín en el Box Vida, un evento realizado en la capital colombiana para promover el boxeo como un medio de superación y eje fundamental de los procesos pedagógicos, con un intercambio de experiencias metodológicas, testimoniales y técnicas.
“Box Vida es construir sobre lo construido. Box Vida es llevar el boxeo a los barrios y a las localidades de Bogotá. Más que intercambiar golpes es intercambiar experiencias de vida. Es a través del boxeo, de la risa, de la alegría, juntar en los barrios, de la mano de unos instructores, a unos jóvenes para una velada boxística en la calle.”, asegura Carlos Enrique Marín, director del Idipron.
La idea de impulsar el boxeo entre los jóvenes de barrios populares de Bogotá como un ‘gancho’ para atraerlos hacia la superación personal le parece muy buena. “El boxeo no se aprende para pelear, se aprende para cambiar la vida, así como a mí me la cambió, porque llevar un ring a donde la gente solo ve violencia sería espectacular”.
Gracias a dos muchachos de Idipron, Steffany Pacific, conoció el boxeo y desde ese momento empezó a practicarlo, destacándose por su técnica y su fuerte pegada que la llevó a participar y ganar la Copa Navidad del año pasado.
“Quiero ser campeona mundial. Me gusta el Jiujitsu, el Sumo, el Kickboxing, y ahí vamos, suave”, sostiene la pugilista que por la pandemia también ha sufrido para poder entrenar y competir en busca de ese sueño. Un sueño que, a sus 18 años, ve con gran ilusión gracias a un deporte que para ella conecta el cerebro con el cuerpo y en el que lo importante es la fuerza mental, la misma que haciendo honor a su apellido, Pacific, la llevó a encontrar la paz para ella y el perdón para aquellos que alguna vez le hicieron daño.