Olga Romero reverdece con su proyecto de reciclaje en la localidad de Bosa

Historia de Olga Romero beneficiaria de Mujeres que Reverdecen en BosaFoto. Secretaría de Ambiente.
Con su negocio, llamado Ecofamilia, Olga y su familia recogen residuos en las calles para prepararlos y comercializarlos.
Publicado:
17
Mayo
2023
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Al participar en el programa 'Mujeres que Reverdecen' de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, Olga Romero adquirió mayores conocimientos sobre la biodiversidad de Bogotá, que ahora transmite en talleres y charlas con su comunidad.

Cada vez que Olga Romero se para frente al espejo y mira unas cuantas cicatrices que tiene en su cuerpo, no puede evitar sonreír. Son pequeñas marcas que quedaron para siempre pero que, inevitablemente, le traen recuerdos de la mejor época de su vida: su infancia. 

Trepada entre árboles, sumergida en unas quebradas que la distraían cuando iba de camino a su escuela, jugando trompo y hasta huyendo de vecinos que se enojaban cada vez que ella saltaba las cercas de sus fincas para recoger frutas, así pasaba Olga sus días en Prado, Tolima, el municipio donde creció con sus padres y siete hermanos en una finca.

"A mí me gustaban los juegos rudos, los que en ese entonces eran solo para los niños. Esta cicatriz que tengo en la frente me recuerda una de las anécdotas más memorables: un niño me lanzó un disco del juego de tejo porque me enojé cuando me dijeron que no podía jugar con ellos. Caí inconsciente, pero al rato reaccioné. También me caí muchas veces de los árboles porque eran inmensos. Era muy inquieta y me gané muchos regaños, y hasta los reglazos que daban en ese entonces los profesores", comentó Olga mientras ríe a carcajadas.

Olga no se explica de dónde sacaba tanta energía. Desde las tres de la mañana estaba despierta y lista para moler el maíz y preparar las arepas del desayuno de quienes debían salir a trabajar en el campo.

Luego, a las seis y media iba camino para su escuela, que quedaba a 40 minutos de la finca. "Al mediodía debíamos volver a casa a almorzar y luego salir de nuevo a la escuela hasta las cinco de la tarde. Al llegar hacíamos las tareas y ayudábamos con otras labores de la finca. Pero ese trayecto que recorríamos diariamente era el mejor momento del día porque jugábamos mucho", dijo Olga.

Ella asegura que su mayor cualidad es la capacidad que tiene para olvidar los momentos difíciles. "Algún día quisiera regresar a un lugar como ese. Es cierto que había pobreza y limitaciones, pero no me quedo con eso, sino con estos recuerdos que me sacan muchas sonrisas: cuando corríamos con un vaso a recoger la espumita que salía cuando ordeñaban la vaca, o cuando armábamos casas con hojas de plátano o lo que encontráramos. Tengo en mi corazón a la gente y hasta a los animalitos que nos acompañaron en ese entonces", recordó Olga.

A través del siguiente trino, la Secretaría de Ambiente compartió la historia de esta mujer que reverdece:

La decisión que le dio un giro a su vida 

Olga cursó hasta tercer grado de primaria y luego se dedicó a apoyar las labores del campo. Esta rutina la llevó a cuestionarse si debía seguir los mismos pasos de su mamá y dedicar su vida al hogar o si, por el contrario, debía intentar continuar con sus estudios y conocer nuevas personas que la llevaran a vivir un rumbo diferente. 

Finalmente, ganó su mente inquieta y decidida. A pesar de que su mamá le aconsejaba quedarse en Prado, Olga decidió escaparse de su casa cuando tenía 16 años e irse con una vecina a Melgar, un municipio cercano, donde planeaban trabajar. Sin embargo, como su amiga nunca llegó al punto acordado, tuvo que tomar la decisión de irse sola a Bogotá, donde vivía su hermana. 

"Yo veía un panorama muy limitado en Prado y no quería vivir eso. Entonces planeé escaparme con mi amiga a las cinco de la mañana. Al ver que ella nunca llegó me asusté, pero ya no podía regresar a mi casa porque me daba miedo lo que me dirían mis papás. Entonces llegué a Bogotá y empecé un ciclo de vida diferente", explicó Olga.

Sin embargo, Olga era consciente de que iniciar nuevos proyectos no sería fácil y menos en una ciudad grande y desconocida para ella. Durante los primeros dos años, vivió con su hermana en el barrio Santa Librada y se dedicó a cuidar a sus sobrinos. Luego, conoció a una familia que venía de Boyacá y le ofreció un empleo en una tienda de mercado que tenían en la ciudad.

Con ellos vivió cerca de cuatro años, tiempo suficiente para sentir de nuevo el calor de hogar de una pareja que la acogió como si fuera su propia hija. De hecho, gracias a su apoyo, Olga empezó a estudiar Diseño de Modas. No obstante, tiempo después, su mente impaciente volvió a hacer de las suyas y la llevó a regresar con sus padres por unos meses.

 "Sentía que el diseño de modas no era mi pasión y regresé a la finca; debo reconocer que fui un poco ingrata. Luego, cuando quise volver a Bogotá, tuve que empezar a vivir sola y buscar otro empleo de nuevo", relató.

Con una sanduchera y una licuadora, Olga se las arreglaba para desayunar y cenar en una habitación que tomó en alquiler. El almuerzo era lo de menos, porque lo tomaba en una panadería donde empezó a trabajar de nuevo. 

Así pasaron sus primeros años en Bogotá, de un empleo a otro, pero siempre trabajando para poder ir a visitar a sus padres y asegurarse de que tuvieran todo lo que necesitaban. Tiempo después, Olga tuvo una relación amorosa con un hombre que conoció en la ciudad. Aunque no funcionó como esperaba, con él tuvo a su primer hijo, una nueva motivación para seguir esforzándose y encontrar una idea que la apasionara. Más adelante, se enamoró de nuevo y tuvo cuatro hijos más.

"Viví 19 años con mi pareja, pero después todo empezó a complicarse. Llegamos a un punto desesperante por causa del alcohol. Aunque era una buena persona, cuando tomaba cambiaba mucho y empecé a sufrir maltrato", señaló. 

Cuando tomó la decisión de separarse, Olga empezó a vivir uno de los momentos más difíciles de su vida. En ese entonces, tuvo que armarse de carácter para evitar que las malas amistades llevaran a sus hijos por el camino equivocado. "Ha sido muy duro porque ellos han crecido en vulnerabilidad, donde hay alcohol, drogas les he enseñado muchos principios, pero no es nada fácil. Pero sé que con todos mis esfuerzos podrán estudiar y salir adelante".

La pasión con la que Olga trabaja también la ha llevado a ser un soporte para otras personas. De hecho, durante la pandemia acogió a una pareja que venía desde Venezuela con una bebé de brazos. Como también había aprendido a conducir, ella salía todos los días a trabajar. "Trabajaba con un ingeniero de vías y lo llevaba a donde necesitara. Aunque muchas veces no tuve para pagar los recibos de los servicios, siempre tuvimos comida para todos", agregó.