El mejor colegio de la cuadra es el República de Ecuador y está en San Cristóbal

Rector del colegio República de Ecuador
La odisea que ha vivido el rector del colegio República de Ecuador. Foto: Secretaría de Educación
Publicado:
28
Mar
2021
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Leonel Umaña Parra lleva más de 30 años dedicado a la docencia. Se graduó muy joven del colegio militar Mariscal Sucre y allí mismo empezó a dar clases a sus compañeros, era instructor de asuntos militares y enseñaba sobre distintivos, cómo formar y cosas así.

Al mismo tiempo cursó un programa técnico en Sistemas y al rato lo vincularon como profesor en ese campo. Empezaba para él una larga y fructífera carrera en la docencia.

Ha transitado todos los caminos.  Ya contaba con 11 años de experiencia cuando se presentó al Distrito. Se desempeñó como docente durante otros 12, luego fue coordinador académico y de convivencia y, en los últimos tiempos, rector. El profe Leonel sabe mucho de muchas cosas, pero nunca pensó que fuera a volverse experto en trasteos.

Las obras en el colegio empezaron en 2017

 "Esta odisea empezó hace 4 años. Soñábamos con tener una nueva sede, pero no creíamos que fuera a suceder de verdad porque estos son procesos muy complejos. En enero de 2017 llegaron de la Secretaría, de sorpresa, y nos dijeron - necesitamos que desocupen porque vamos a empezar la obra -. Qué felicidad tan grande. ¿Y a dónde nos vamos?, pregunté. - Le toca buscar y organizar el trasteo -. Quedé frío. Yo no sé si usted sepa lo que significa trastear un colegio", se pregunta el rector.

Entonces se refiere a las obras de restitución del plantel en el que es rector, el colegio República de Ecuador. Derrumbaron y volvieron a construir el colegio. Después de 4 años y miles de peripecias, están a punto de recibirlo, todo nuevo, más grande y bonito, mejor equipado y más adecuado a lo que se necesita. 

"Me gusta trabajar con poblaciones con dificultades. Yo siempre he escogido eso, en estos contextos uno se encuentra con un gran potencial y con muchas oportunidades para hacer cosas", agrega y cuenta que cuando llegó al colegio República de Ecuador, en la localidad de San Cristóbal, las discusiones sobre las obras de restitución ya habían empezado.

Como quien se sienta a echar globos, cada uno hablaba del colegio ideal, de los espacios que necesitaban y de cómo iban a ampliar su capacidad para implementar la jornada única, pero nadie pensaba que el sueño se fuera a realizar tan pronto.

Sí, pasaron 4 años y mil peripecias; pero es que hay colegios que llevan más de 10 años en esas y la restitución aún no ha sido posible. Estas obras son complejas, como dice el profe, y llevarlas a cabo implica tener en cuenta muchos factores diferentes, algunos difíciles de controlar.

¿Por qué es el mejor colegio de la cuadra?

"El nuestro es el mejor colegio de la cuadra" -, dice el rector, y no es solo un comentario irónico, teniendo en cuenta que es el único plantel en varios kilómetros a la redonda. Lo dice con la consciencia de saber que todo lo que hacen en el República de Ecuador, lo que le da sentido a su existencia, tiene que ver con el barrio y la localidad.

Alrededor del colegio se tejen los vínculos solidarios y la red de relaciones y afectos que le dan forma a la comunidad. El lazo entre el colegio y su territorio es todo. Por eso fue tan difícil tener que mudarse a otra sede, aunque fuera por una buena causa. Tener la posibilidad de ampliar el cupo, extender la jornada y mantener a las niñas y los niños más tiempo en el colegio puede transformar la vida de todos.

El equipo docente y administrativo del República de Ecuador sabe muy bien cómo va a impactar esta obra en la vida de miles de personas, así que ha puesto todo su corazón en este empeño. La jornada única representa la posibilidad de rodear a los estudiantes de un entrono protector y que desarrollen mayores capacidades, y aunque son muchas las preguntas sobre cómo se va a implementar, el equipo no ha dudado un instante en el beneficio de estas obras.

Tuvieron que buscar una sede en arriendo mientras se hacía la construcción

Leonel asimiló la noticia, se subió en su moto y no volvió a bajarse hasta que no recorrió calle a calle, todas las cuadras de la localidad. En pocas semanas tenía que encontrar una sede en arriendo que cumpliera con los requisitos y condiciones para albergar a casi mil estudiantes. Tocó todas las puertas y llamó a todos los números. Nada. Había edificios desocupados, pero no eran apropiados para llevar a los niños. Finalmente encontró una casa en el barrio Velódromo, junto al parque San Cristóbal; solo era empacar, contratar una empresa de mudanzas, hacer el trasteo y ¡ya! ¿Qué podía fallar?

Hay cierto espíritu nostálgico que rodea a las mudanzas, tienen el encanto de todo ritual de paso y son siempre una oportunidad para volver a comenzar. Hacer inventario de lo hay es hacer un balance de lo que ha pasado y también anhelar tantas cosas por venir. Suena poético, pero cuando la experiencia personal se multiplica por doscientos, se vuelve caótico.

Fue como hacer arqueología escolar: papeles, cartulinas, cartón, maquetas, disfraces, carteleras, cables, elásticos, clips, colores, tijeras, lupas, y así, la lista podría extenderse hasta el infinito con los objetos más insospechados. Cada uno hablaba de un momento, la izada de bandera, el concurso de ciencias, la obra de teatro, la exposición del día de la mujer, los equipos viejos que es mejor no dar de baja porque no se sabe si vuelvan a necesitarse, el cuaderno de David con la tarea que nunca apareció, el saco que tanto buscó Camila y la cartuchera de unicornios que le habían regalado las amigas a Juliana.

Desecharon todo lo que no servía, sacaron lo demás al patio y aun así fue evidente que no iban a caber. Tuvieron que desprenderse de la estantería tan querida de la sala de profesores y dejar parte de la biblioteca, qué pesar.

Una odisea en medio del trasteo

El día del trasteo madrugaron, cargaron el camión y mandaron el primero de los 13 viajes contratados, pero la emoción duró solo unas cuadras. En el barrio Velódromo había una carrera ciclística y las calles estaban cerradas. El camión no pudo pasar. Hacia las 11.00 de la mañana reanudaron y ya era bien tarde cuando confirmaron que los viajes habían sido insuficientes.

Llegó la noche y con ella una nueva etapa para la comunidad educativa del República de Ecuador, tal vez la más difícil que recuerden. Aunque en principio la casa cumplía con los requerimientos, al momento de habitarla la realidad fue otra.

El internet nunca llegó. Había agua, pero solo llegaba a la tubería cuando los tanques lograban llenarse. Había patio, pero no cabían todos juntos, así que implementaron el pico y placa para el descanso. Había luz, pero no se podían prender muchos aparatos al tiempo. El día en que la señora de la cafetería prendió la greca y dejó sin luz al resto del colegio, no se les va a olvidar nunca, especialmente al profesor de informática que estaba en clase.

"No, qué desastre. Profesores, estudiantes y papás inconformes, llegamos a tener dos intentos de toma del colegio. Para colmo de males habían pasado 10 meses y la obra en el colegio nada que arrancaba, había un problema con los estudios de suelo y tocó repetirlos, cambiar los diseños y volver a empezar. Para esa época estaba llegando la actual directora local, Ana Suárez, y para calmar los ánimos dijo, cambiemos ese edificio porque esto no se va a resolver pronto -.  Nos referenciaron en el Restrepo, donde estamos ahora, mucho mejor. Y repetimos la historia. Otra vez comprar las cajas, los amarres, desinstalar todo", recuerda.

Sin duda, la paciencia y la esperanza, son dos valores bien cultivados entre la comunidad del República de Ecuador. Esta vez fue un poco más fácil, marcaron todo muy bien así que las cajas iban directamente al salón que les correspondía. Al instalarse notaron cuánto echaban de menos las cosas que habían dado de baja en el primer trasteo, la estantería, la biblioteca, el mobiliario. Ahora tenían espacio, pero faltaban las cosas; pero bueno, tenían agua, energía e internet.

Se tuvieron que ir al barrio Restrepo

El edificio en el Restrepo fue la salvación, sin embargo, a esas alturas ya habían perdido cerca de 200 estudiantes. Al distanciarse de la localidad resultó difícil llegar para muchos, a pesar de contar con el servicio de ruta. El territorio es todo.

Después vino la pandemia y cada uno se fue para su casa con sus miedos y sus propias dificultades. Ha pasado un año y hoy todos anhelan regresar a la sede propia, no solo por estrenar, sino para hacer realidad aquello que han soñado desde que empezó la obra de restitución.

Aunque van a echar de menos las áreas verdes, generosas, que tenían, los otros espacios compensan esa ausencia. Los talleres para desarrollar habilidades técnicas, las vocaciones artísticas y deportivas, las aulas de idiomas, el comedor con comida caliente, los accesos para personas con discapacidad, la ludoteca, el aula múltiple, la sala de prensa, el auditorio con camerinos, las canchas, las aulas de preescolar, el centro de recursos informáticos. Cada espacio es una ventana a un universo diferente y la posibilidad de una vida mejor para cada uno de los estudiantes. Cada espacio es una esperanza.

El rector Leonel, experto en trasteos escolares, hace inventario de los últimos 4 años y de las cosas por venir, entonces le parece que ha valido la pena. Solo espera que los chicos puedan regresar y disfrutar como nunca de la vida y del colegio.

"Es importante que vuelvan al colegio y que puedan venir caminando. Ellos en ese momento se encuentran y van vienen haciendo pilatunas, se divierten. Esa es la vida de colegio, eso es lo que van a recordar toda la vida, que aquí están seguros y son felices"-. 

Va por el tercer trasteo

Por ahora, espera recibir el mejor colegio de la cuadra y se prepara para su tercer trasteo; ya no le preocupa tanto, tiene el conocimiento, la experiencia y la esperanza de una mejor vida para todos. Siempre vale la pena volver a comenzar.