‘Llegué a Bogotá solo con mi ropa y mis sueños’: víctima del conflicto armado

Imagen de David
Según cifras de la Alta Consejería para las Víctimas, en Bogotá habitan 334.184 víctimas del conflicto armado.
Publicado:
19
Sep
2019
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"Hola. Mi nombre es David Cortés, tengo 27 años de edad y soy de Tumaco, Nariño. Llegué a Bogotá cuando tenía 17 años por temas de seguridad. Mi mamá me envío a esta ciudad porque mi vida estaba en riesgo luego de que, por accidente, fuera testigo de la muerte de un narcotraficante. Todo el barrio estaba lleno de narcos”.

De esa forma empezó uno de los relatos más conmovedores que se escucharon en la jornada ‘Día Paíz’, un espacio que invitó a la reflexión de la paz y a la construcción de país, en el que los estudiantes conocieron de frente las historias de una cruda realidad que se vive en Colombia a causa del conflicto armado. 

Este es el relato de David, una víctima del conflicto que ahora estudia en la Universidad de Los Andes:

Imagen de David hablando de su historia

‘En Colombia hay muchos jóvenes como yo, a quienes nos ha tocado muy duro en la vida’

Aguanté hambre como no se imaginan, Bogotá es una ciudad dura. Tenía 17 años cuando llegué, estaba completamente solo.

El prejuicio social que más me afectó fue ver cómo la gente en la calle, al notar cómo yo estaba vestido, supongo, agarraban su cartera o salían corriendo porque pensaban que los iba a robar. Eso me dolía bastante, lloraba todos los días.

Según cifras de la Alta Consejería para las Víctimas, en Bogotá habitan 334.184 víctimas del conflicto armado. A nivel nacional, la cifra supera los 8 millones de personas.

Hace 10 años vivía con mi mamá, mi papá y mis hermanos, me encantaba hacerme a la orilla del río Chagüí a pescar pero el ambiente en Tumaco se puso complicado. Fui víctima de dos desplazamientos forzados y la vida me dio un giro de 360 grados.

No había opción en Tumaco, o te hacías parte de un grupo armado o simplemente te exponías a que te mataran. Allá se encontraban todos los grupos armados que operan en el país.

Mientras estuve en el colegio tuve que presenciar escenas desgarradoras, en dos ocasiones entraron al salón de clase a matar a dos de nuestros compañeros, también asesinaron a un chico de 12 años, miembros de la guerrilla lo ataron a un árbol delante de nosotros.

Dos compañeros más, que tenían que caminar por más de una hora para llegar al colegio, un día cualquiera no volvieron más. Encontraron por el camino una mina que acabó con sus vidas.

Debido a todas esas escenas violentas y a tanta injusticia, decidí integrarme a una ONG en la que me enseñaron que yo debía soñar a pesar de lo duro de la vida, que debía proyectarme para mejorar, aunque el mundo se estuviera cayendo.

Llegué a Bogotá para preservar mi vida

Eran como las 11 de la noche en Tumaco, no le hice caso a mi mamá de entrar temprano a la casa porque quería quedarme a conversar con mis amigos. 

Se aproximaban tres sujetos y junto a mis amigos, tuvimos que presenciar una escena estremecedora de violencia protagonizada por estas personas. Al día siguiente llegaron preguntando por uno de mis amigos y seguramente yo era el siguiente testigo al que buscarían. Mi mamá decidió enviarme solo para Bogotá. Mi vida corría peligro.

Bogotá es una ciudad dura, pero a la vez te brinda muchas oportunidades

Llegué a Bogotá solo con la ropa y un poco de dinero que había conseguido mi mamá para pagar una habitación en un inquilinato. La habitación era oscura, húmeda y me tocó conseguir cartón para dormir encima. Las ratas bajaban por la pared. Yo era un niño de 17 años, así que lloraba todos los días, no tenía nada.

Una viejita de Santander que vivía al lado me regaló una estufa y una olla, pero mi madre ya no tenía dinero para enviarme y yo no podía pagar el arriendo. Me hacía en las estaciones de gasolina porque atendían las 24 horas y podía pasar la noche ahí sentado sin que me dijeran nada, no estaba acostumbrado a dormir en la calle.

Duré días enteros sin comer y a los tres meses llegó mi hermana, también huyendo de conflicto. Logramos pagar una habitación de nuevo y nuestra comida era menudencias con arroz amarillo que vendían en bolsitas.

Por fortuna llegaron ángeles a mi vida, se me ocurrió contactar en Bogotá a la ONG en la que había participado en Tumaco y luego de eso he encontrado a muchas personas que me han ayudado.

El sueño de entrar a una universidad fue lo que mantuvo en pie

Me presenté seis veces a la Universidad Nacional y no pasé, mi sueño era entrar a estudiar. Sin embargo, gracias a la ayuda de las personas que encontré en el camino pude estudiar trabajo social en el Colegio Mayor de Cundinamarca.

Pude direccionarme y he participado en varios proyectos que defienden los derechos de los jóvenes afro en las universidades de Bogotá. Soy fundador de una organización que se llama Asopaz y Reconciliación que defiende los derechos de las víctimas del conflicto y en la actualidad hago parte de la mesa de participación de víctimas en la localidad de Engativá.

Las cosas han cambiado para bien, logré graduarme y costearme los estudios con trabajo. Gracias a la Consejería de Víctimas, hoy adelanto un curso de academia de liderazgo para la paz en la Universidad de Los Andes y mi sueño es hacer una maestría en gestión pública.

Imagen de David en la Universidad

Yo pensaba que en los Andes iba a encontrar puros jóvenes gomelos, pero no fue así. Acá he aprendido a tener visión, a ayudar a la sociedad con lo que hago, a estudiar para desde las políticas públicas hacer algo que cambie las condiciones del país.

Ahora amo a Bogotá porque es una ciudad de contrastes, es dura, pero también es de oportunidades. Mi premisa es que hay que creer en los sueños y que todos los jóvenes estamos llamados no a poner un grano de arena, sino una parte del tamaño de una piedra para construir un país diferente.

Mi mensaje para los jóvenes que están viviendo una situación difícil es que si llegan a Bogotá nunca desistan y siempre persistan. Si crees en tus sueños encontrarás la luz.

Imagen de David en la Universidad

Desde la Consejería de Víctimas en Bogotá se presta asistencia, reparación y protección a las víctimas del conflicto armado. Así mismo, se busca garantizar y reestablecer los derechos de las víctimas con el fin de integrarlos a la ciudad. Estas acciones se llevan a cabo en relación a lo establecido en la Ley 1448 de 2011.