Flores y danza: trueque de saberes que unió a la infancia indígena en Bogotá

17·AGO·2025
40 niñas y niños de cuatro Casas de Pensamiento Intercultural participaron en un encuentro en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella.
Encuentro de primera infancia indígena en Bogotá dejó baile y sonrisasFoto: Secretaría de Integración Social
Entre cantos ancestrales, colores vibrantes y semillas que simbolizan vida, niñas y niños de cuatro pueblos indígenas compartieron un diálogo de saberes, un encuentro que celebró la memoria y la identidad de los pueblos originarios.

El humo del palo santo dibujaba espirales en el aire. En medio de ese aroma dulce y antiguo, niñas y niños indígenas se tomaban de las manos formando un gran círculo. Llegaron personas de cuatro de las doce Casas de Pensamiento Intercultural hasta el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, donde ese viernes 8 de agosto no solo se encontrarían, sino que intercambiarían algo más valioso que cualquier objeto: sus saberes. Distintos pueblos, distintas generaciones, distintos idiomas… la interculturalidad en acción con un mismo propósito: compartir la diversidad para crecer juntos.

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Con un acto de armonización y limpieza abrió el III Encuentro de Pueblo Originarios Abya Yala: manos extendidas, brazos abiertos, corazones dispuestos, mientras el humo de plantas sagradas purificaba el espacio y conectaba a todos en un mismo pulso.

En ese ambiente, se entregó una flor. Era más que un regalo, representaba la semilla de la niñez indígena, que germina con cuidado y florece con el tiempo. Esa pequeña, sencilla y poderosa flor evocó la memoria viva de los pueblos originarios, el orgullo de pertenecer a ellos y el compromiso de su pervivencia cultural.

Unir y crecer, ese fue el compromiso, recordando que las nuevas generaciones son la cosecha más valiosa de los pueblos, que Bogotá, mi Ciudad, mi Casa celebra su riqueza y su diversidad.

Entonces, el encuentro se llenó de música, movimiento y color. El pueblo Nasa danzó El Caracol, homenajeando a la madre tierra. El pueblo Uitoto hizo sonar las maracas de semillas con el canto de La Libélula “Amuiy+K+Rua”, marcando pasos firmes que parecían latidos. El pueblo Inga compartió cómo sus canastas y tejidos narraron historias desde la primera infancia. El pueblo Tichu llenó el aire de música andina, zampoñas, tambores y palmas que hicieron vibrar el lugar.

Cada demostración fue una movilización en torno a la vida en las Casas de Pensamiento Intercultural, espacios donde el juego, la palabra y el arte preservan y transmiten la herencia e importancia de la multiculturalidad. Los collares brillaban, las vestimentas ondeaban, las coronas y sombreros lucían como pequeñas muestras de identidad.

A pesar de las diferencias —idiomas, vestimentas, costumbres— un tejido intercultural, invisible y poderoso los unía. Tal vez eran las risas. Tal vez la alegría de verse y sentirse parte de algo más grande.

El cierre fue tan simbólico como el inicio: un intercambio de plantas entre las cuatro Casas de Pensamiento Intercultural. Un gesto cargado de significado: mantener vivo el legado, cuidar la memoria y celebrar con orgullo la pertenencia de nuestros pueblos indígenas en Bogotá.

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Este contenido fue creado a partir de la información proporcionada y difundida por la Secretaría de Integración Social https://www.integracionsocial.gov.co/ . El artículo fue curado por un o una periodista del Portal Bogotá.
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