Educación para aferrarse a la vida

19·MAYO·2020
Su aula siempre ha sido un hospital, sus estudiantes siempre niñas y niños con largas convalecencias y su pedagogía la del amor.
Profe Camilo
Profe Camilo

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Su aula siempre ha sido un hospital, sus estudiantes siempre niñas y niños con largas convalecencias y su pedagogía la del amor. Conozca a Camilo Salgado, uno de los 62 docentes del programa Aulas Hospitalarias de Bogotá #MiProfeMiHéroe.

En estas aulas hay magia, matemáticas, cuadernos, lecturas y juegos. Pero también enfermedad y muerte. Camilo Salgado las conoce bien, pues de los 400 estudiantes a los que ha enseñado a lo largo de sus 6 años de labor docente, 20 han fallecido. Por eso, como se prepara día a día para sus clases de Matemáticas en el aula hospitalaria de la Clínica del Country, también debe hacerlo para el duelo.

Desde niño, Camilo conoce las batas y los tapabocas. Ese ámbito hospitalario que a veces resulta desolador. Su madre, Rosario Bocanegra, fue auxiliar de enfermería, trabajó por varios años en la red distrital de salud y, posteriormente, dedicó su vida a la atención de pacientes domiciliarios.

Por eso, trabajar en esta área para Camilo es una vocación de servicio y hospitalidad en todos los contextos, pues le atraen especialmente los espacios donde siempre han existido los marcadores de diferencia, para brindar a la niñez y juventud la posibilidad de abordarlos desde sus motivaciones e intereses y potencializar sus capacidades.

Quizá por esto, desde que estaba cursando décimo semestre de la licenciatura en Educación básica con énfasis en Matemáticas de la Universidad Distrital, eligió dedicar su vida a trabajar con poblaciones vulnerables. Y lo reafirmó cuando cursó la maestría en Discapacidad e inclusión social de la Universidad Nacional de Colombia.

Camilo cuando era niño junto a su mamá

Camilo Salgado junto a su madre Rosario Bocanegra

Hoy tiene 35 años y es parte del equipo de 62 docentes que batallan diariamente para que las niñas y niños que son atendidos en las 32 aulas que tienen en operación las secretarías de Educación y Salud en la red hospitalaria de la ciudad se aferren a la vida.

La pedagogía del amor

El amor es la clave para que las niñas, niños y jóvenes que tienen cortas o largas permanencias hospitalarias continúen aprendiendo. Ni el entorno, ni las circunstancias son fáciles. Es algo que sabe Camilo y, por eso, además de centrarse en sus estudiantes, la afectividad también debe extenderse a las familias.

Estudiante graduada

Así lo entendió desde que estudió en la Universidad Distrital. Se motivó a estudiar licenciatura en Matemáticas porque el espíritu de profesor siempre lo acompañó. Contaba con una enorme facilidad para explicarle a sus compañeros de bachillerato las temáticas abordadas en clase y, ya en la facultad, aprendió a reconocer sus competencias socioemocionales y comunicativas para abordar a las personas que lo rodean.

Allí pudo conocer las realidades de la política pública, educativa, la didáctica, las estrategias para enseñar y los contextos diversos en la educación. Desarrolló una práctica intensiva en aulas de inclusión con población ciega y posteriormente hizo su trabajo de grado con población en situación de vulnerabilidad, en el sector del Mochuelo Bajo.

Clases para sanar

Las clases de Camilo se basan en lo que él denomina una comunicación cordial. Busca la posibilidad de resolver, junto a sus estudiantes, las dudas que siempre han tenido como, por ejemplo, cómo se hacen la mayonesa y las botellas o por qué desaparecieron los dinosaurios. Adicionalmente, busca involucrar la socio-matemática en el aula hospitalaria, con herramientas didácticas, palpables y tecnológicas. 

Por eso, en las aulas hospitalarias ha encontrado tantas preguntas como respuestas. Pero, también, ha tenido que aprender a convivir con la adversidad, el dolor y la pérdida.

Hoy recuerda con enorme tristeza a los 20 estudiantes no pudieron hacerle el quite a la muerte y dejaron un enorme vacío, tanto en sus familias, como en Camilo, quien rememora una de las anécdotas más amargas que le ha dejado su paso, en estos 6 años, por las aulas del Hospital de Suba, la Clínica Infantil de Colsubsidio, el Hospital de la Misericordia y, desde el año 2018, en la Clínica del Country.

El profe Camilo en la Clínica Country

“Recuerdo mucho un estudiante en la clínica infantil Colsubsidio. Él estaba en cuidados paliativos y su pronóstico de vida era de 4 meses. Falleció a los 9 meses, pero durante todo el tiempo, siempre pidió la presencia de sus profesores de aulas hospitalarias hasta el último día que estuvo consciente. Y fue algo muy triste, pero también fue de alguna manera bonito poder acompañar a esa familia, porque éramos su compañía permanente, porque todos los días estábamos con él, y creo que es un recuerdo doloroso, pero también bonito porque cumplimos su voluntad de acompañarlo hasta el último momento”.

Todos estos duros acontecimientos hacen parte de la realidad del diario vivir de Camilo, y es por eso que, tanto él, como el resto del equipo docente, cuentan con un psicólogo clínico y tienen el apoyo de médicos psiquiatras y psicólogos, quienes les imparten capacitaciones al respecto. Además, los maestros reciben formaciones en manejo del duelo y emociones.

Y aunque la realidad y la enfermedad han dejado enormes cicatrices en el corazón de Camilo, él también resalta con enorme gratitud y felicidad, los buenos momentos que ha podido vivir a lo largo de esta experiencia. Quizás para este maestro, los momentos más especiales son ver a sus estudiantes cumpliendo con importantes etapas de la vida, como las graduaciones.

“He estado en dos procesos de graduación. Una estudiante en la Clínica Infantil Colsubsidio y, el año pasado, una estudiante también que se graduó y ya está haciendo su premédico. ¡Va a estudiar medicina! Es algo muy gratificante y chévere. Además, que generalmente les va muy bien en las pruebas Saber”, explica Camilo.

Nuevos retos

La coyuntura mundial por el coronavirus ha hecho que, tanto Camilo como sus estudiantes, se hayan tenido que adaptar a la educación virtual. Aunque para él no haya sido nada fácil.

Sus rutinas han cambiado, aunque rescata el lado amable de la pandemia y es el poder compartir cada vez más tiempo con su madre. Ha podido incursionar en la cocina y sigue aplicado con su curso de inglés.

Y, si bien todas estas actividades llenan su alma, reconoce que el trabajo se ha duplicado. Camilo sigue en contacto diario, tanto con sus estudiantes, como con sus padres o acudientes. Amalia Díaz, una de sus estudiantes, que cursa actualmente grado 4º, le dijo: “profe, es muy chévere que sigamos las clases, pero es muy triste que no nos podamos seguir viendo todos los días”.

El enfrentar la pérdida de alguien, jamás será tarea fácil y Camilo lo sabe. Es parte de su realidad y, por esto, seguirá poniéndose su armadura en el corazón para enseñar a quienes más lo necesitan y ser el héroe de cientos de niños que han logrado crecer, aprender y seguir soñando, a pesar de las duras circunstancias que han tenido que vivir.