Juan y Emanuel, estudiantes que entraron al colegio gracias a Búsqueda Activa

Estudiantes que ingresaron al colegio con Búsqueda Activa en BogotáSecretaría de Educación
En el colegio no solo están estudiando y aprendiendo, sino que también están creciendo felices.
Publicado:
26
Dic
2022
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Luego de varios años recibiendo clases de profesoras particulares en su casa, los niños fueron matriculados en el colegio Carlos Arango Vélez, después de que una gestora territorial convenciera a doña Lilia Parra, su mamá, de que la educación presencial es insustituible. Esta es su historia.

Doña Lilia recuerda una mañana fría y lluviosa. El cielo era color leche y el viento helado que entraba por una de las ventanas la obligó a ponerse un suéter, mientras sus hijos jugaban y repasaban las tablas de multiplicar.

Fue a la cocina para mirar si debía comprar algo para hacer el almuerzo, cuando sonó el timbre de su casa, ubicada en el barrio Carvajal de la localidad de Kennedy, en el suroccidente de Bogotá.

Al abrir la puerta una joven de aproximadamente 26 años la saludó con una amabilidad que casi no se encuentra en las calles. Al principio no entendió mucho de que se trataba, pero luego de escucharla atentamente comprendió que le estaban ofreciendo una oportunidad.

“Ella me dijo que en Bogotá la educación es un derecho sagrado, que todas las personas que lo requieren tienen acceso a los colegios públicos de la ciudad y que si alguien de mi familia no estaba estudiando ella me ayudaría a conseguirle un cupo en un colegio cercano”, recuerda Lilia Parra.

‘Búsqueda Activa’, estrategia de la Secretaría de Educación

Esa joven afable era una de las gestoras territoriales de la ‘Búsqueda Activa’, la estrategia en la que la Secretaría de Educación recorre barrio por barrio, parque por parque y plaza por plaza con el fin de identificar y acercar la oferta educativa a la población desescolarizada.

Para ese momento, su hijo Juan Pablo llevaba cuatro años sin estudiar de manera presencial en un colegio. Por su parte, Emanuel, su hijo menor, aún no había estudiado en ninguna institución.

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“Juan Pablo había estudiado en un colegio que quedaba en otro barrio en el que nosotros vivíamos. Pero realmente no me gustaba el método de aprendizaje y decidí retirarlo de allá y brindarle una educación más personalizada”, cuenta doña Lilia.

De esa manera, tanto Juan Pablo como Emanuel empezaron a recibir clases de algunas profesoras que le ayudaban a doña Lilia. Así los dos aprendieron a leer.

“A Juan Pablo que es el más grande también le enseñamos a sumar, a restar y a multiplicar. Pero yo me dedicaba, principalmente, a inculcarles valores, el respeto a los adultos y un poquito de inglés”, agrega.

Sin embargo, el buen trabajo, la amabilidad y el entusiasmo de la gestora territorial la convencieron de que la educación presencial es insustituible y que los niños necesitaban compartir con otros compañeros y profesores para desarrollar todas sus habilidades cognitivas y académicas.

“La actitud de ella fue la mejor. Me mencionó la importancia de que ellos se integraran y desarrollaran habilidades comunicativas. También resaltó algunos beneficios que ofrece la educación pública como la alimentación escolar y realmente me brindó una asesoría completa, sentí que me dieron la mano”.

El compromiso fue tal que luego de que doña Lilia le dio los datos de sus hijos e intercambiaron números, la gestora se puso al frente del proceso y la llamó después para concretar todo el trámite.

“Ella me llamaba, me escribía por Whatsapp, respondía todas mis dudas, hasta que finalmente matriculé a mis dos niños en el colegio Carlos Arango Vélez”, agrega.

Nueva oportunidad en un colegio ubicado a pocas cuadras de casa

Hoy por hoy Juan Pablo se encuentra en aceleración del aprendizaje para ponerse a la par de los niños de su edad, mientras que Emanuel está en primero de primaria. Los dos estudian en uno de los colegios más nuevos de la localidad de Kennedy. “Las instalaciones me encantan”, señala doña Lilia.

Además, el colegio está ubicado a tan solo unas cuadras de su casa por lo que el trayecto solo tarda 10 minutos caminando. “Allí también les dan almuerzo y refrigerio. Realmente estoy muy contenta y muy conforme”, finaliza.

Y aunque los dos niños le hacen mucha falta, todos los días doña Lilia los acompaña al colegio y se va tranquila a hacer sus quehaceres.

Sin pensarlo, un día la educación pública le tocó el timbre de su casa. Encontró una oportunidad para sus hijos, aquellos seres que más ama en el mundo y que en el colegio Carlos Arango Vélez no solo están estudiando y aprendiendo, sino que también creciendo felices.