Así vive un Taita del pueblo Misak en Bogotá

Miguel Tumiñá en la Feria del Libro - Foto: Jorge Farinango - Idartes.
Taita Miguel Tumiñá, pueblo Misak en la Feria del Libro - Foto: Jorge Farinango - Idartes.
Publicado:
20
Mayo
2019
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El rostro del Taita Miguel Tumiñá, del pueblo Misak, tiene una expresión seria que infunde respeto, demuestra sabiduría y refleja la gran responsabilidad que tiene para darle continuidad a su cultura. Ha tenido que pasar por muchas situaciones adversas, las mismas que hoy lo tienen viviendo en Bogotá, lejos del territorio en el que sus antepasados han vivido desde el siglo XVI. 

Fue uno de los invitados por Idartes en la Feria Internacional del Libro 2019 (FILBo), donde presentó, junto a niños y mujeres, Danza de los angelitos, la ceremonia ritual con la que el pueblo Misak entierra a sus niños y recién nacidos al morir.

Ceremonia ritual para enterrar a los niños - Foto: Jorge Farinango, Idartes.
Ceremonia ritual para sepultar los niños - Foto: Jorge Farinango, Idartes.

Quise hablar con él y aceptó la invitación. Desde el primer momento su calidez y tranquilidad me contagiaron. “Agradezco por tener un lugar para dar a conocer quiénes somos los Misak y mostrar un poco de nuestra cultura”, dijo el Taita visiblemente conmovido.

Mantener sus tradiciones, el gran reto en la capital - Foto: Jorge Farinango, Idartes.
Mantener sus tradiciones, el gran reto en la capital - Foto: Jorge Farinango, Idartes.

Desconocidos en su propio país

Más que una entrevista, fue una charla que tuvo como objetivo conocer cuál es su realidad y su sentir hoy en día. 
 Con tono tranquilo, pero firme, me hizo una aclaración sobre su origen: “Los Misak somos originarios del territorio de Guampia, en Silvia departamento del Cauca. De allá venimos, ese es nuestro verdadero hogar”.

Al Taita no solo lo aflige ser un desplazado víctima del conflicto armado, también le entristece que, en las ciudades, se desconozca quiénes son, de dónde vienen y por qué están aquí. Caminando por las calles lo han confundido como integrante de otros grupos indígenas  y hasta le han llegado a peguntar de qué país proviene.

Quizá este fue el único momento en toda la charla en el que su tono de voz se alteró. Con justa razón me explicó que, para él, este es el peor de los males que los aquejan aquí en la ciudad. Le duele que la gran mayoría de los habitantes de la capital en realidad no los conocemos, ni podemos diferenciar entre los diferentes pueblos indígenas.

Esta es para él, la razón por la que no los respetamos ni valoramos de la manera en que se merecen.

Ceremonia Misak, Feria del Libro 2019 - Foto: Jorge
Ceremonia Misak, Feria Internacional del Libro 2019 - Foto:  Jorge Farinango, Idartes.

La lucha por mantener su identidad

Para el Taita Miguel el gran reto es mantener viva su identidad y las costumbres propias: “Vivimos en un espacio que tiene normas y reglas diferentes a las que tenemos en nuestro territorio. Además, no podemos negar la existencia de la tecnología, acá en la ciudad es muy fácil que nuestros niños y jóvenes se pierdan o alejen de muestras tradiciones”, afirma.

Frente al sistema educativo al que tienen acceso en la ciudad, dice: “Muchos de los jóvenes Misak que salen de sus territorios han logrado sumar conocimientos diferentes a los tradicionales, eso no es malo. Yo creo que mientras sea para el bien de nuestro pueblo, lo pueden hacer. Pero siempre está el riesgo de que se vayan alejando poco a poco de nuestras normas y costumbres”.

En Bogotá: ¿cuántos son y en dónde viven?


No se sabe cuántos miembros del pueblo Misak viven en la capital.  Sin embargo, los últimos datos dan cuenta de 180 familias que están distribuidas en los barrios Casandra, Alameda y Chircales de la localidad de Fontibón, donde está ubicado su Cabildo. También se sabe que hay algunas familias establecidas en la localidad de Soacha.
El estilo de vida actual de los Misak dista mucho del que tuvieron durante cientos de años.

Ya no cultivan sus propios alimentos, muy pocos fabrican sus atuendos tradicionales y todos deben pagar arriendo. La gran mayoría de estas familias trabajan en el Aeropuerto Internacional El Dorado desempeñando servicios generales, otros en cultivos de flores y un grupo muy reducido aún genera ingresos con trabajo artesanal, pero en lo ofrecen en las calles de la ciudad.

Mientras espera a que llegue el día en que pueda regresar con su gente al territorio que hasta hace poco tiempo fuera su hogar, el Taita Miguel Tumiña pasa los días yendo a la Casa del Pensamiento Indígena ubicada en Fontibón. Allí asisten niños de diferentes pueblos indígenas, todos con el mismo objetivo: evitar perder sus costumbres y mantener su identidad.