Luego de una serie de recorridos nocturnos por varias zonas de Bogotá y de trabajos de campo en alianza con el ‘Centro de Acogida Oasis’ del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez, Idipron, la investigadora Mónica Mesa Alvarado de la Universidad Nacional estudió las vivencias de mujeres habitantes de calle.
A partir de este acercamiento, la investigadora de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, se acercó a las prácticas diarias de mujeres que habitan las calles de Bogotá y a través de varios relatos recopiló su investigación en un trabajo denominado ‘Corporeidades ñeras: contradicciones callejeras’.
El estudio evidencia que para estas mujeres vivir en la calle no es la primera opción, pero que cuando lo es, se convierte en una decisión de riesgo que implica replantear su cuerpo, lenguaje y prácticas asociadas con los conceptos de belleza e higiene.
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Habitar en la calle es sinónimo de hacer una construcción particular de ser mujer, debido a que este espacio les exige desprenderse del pudor, de la higiene y de ideas como ser madres o establecer vínculos de pareja.
“Que la sociedad las perciba mujeres ‘sucias’ no significa que ellas no intentes ser limpias, sino que la calle no se los permite”, asegura la investigadora.
Para estas mujeres, la ropa juega un papel importante en su manera de relacionarse. Utilizar ropa holgada, de tallas grandes y que las haga lucir como hombres no solo indica “comodidad”, sino que las protege de peligros y violaciones.
“Los relatos de estas mujeres son impactantes porque resumen el contexto colombiano, en cuanto a que sus historias de vida son consecuencia del conflicto armado, del rechazo familiar, de la pobreza, del descuido de los padres o de la irreverencia de la juventud”, narra.
Otro de los hallazgos de esta investigación consiste en el concepto de “culpa”. Estas mujeres manifestaron sentirse culpables por ser malas madres, hijas o hermanas, culpables por no cumplir con los estándares de una sociedad patriarcal y machista.
La futura magíster en investigación aseguró que, sin embargo, a pesar del sentimiento de culpa, estas mujeres continúan viviendo en el espacio público.
Según cifras del DANE, durante 2017 había en Bogotá 9.538 personas en situación de calle, de los cuales 8.477 eran hombres (88.9 por ciento) y 1.061 mujeres (11.1), en su mayoría entre los 20 y 45 años de edad.
Según este censo del DANE, la principal razón por la cual estas personas iniciaron su vida en la calle se debió al consumo de sustancias psicoactivas, seguida por conflictos y dificultades familiares, aspecto en el que las mujeres tienen un rango mayor del 40.2 por ciento frente al 31.8 por ciento de los hombres.
Respecto al consumo de sustancias, el censo demostró que las mujeres consumen más cigarrillo y bazuco que los hombres: 87.5 y 73.2 por ciento, respectivamente.
¿Qué hace el Distrito para acoger a estas mujeres habitantes de calle?
Desde la Secretaría Social, la Alcaldía de Bogotá abrió en 2018 el primer hogar de paso para mujeres habitantes de calle en el que también se asiste a mujeres de la comunidad LGBTI, raizales, indígenas, afrodescendientes o en estado de gestación.
Este hogar se ubica en la Calle 24 # 19ª – 35, cuenta con cupos para 100 mujeres que tienen acceso a servicios en los que se promueve el autocuidado, la imagen personal, la identidad y se desarrollan actividades personalizadas de acompañamiento psicosocial.
“Desde la Secretaría Social trabajamos por el respeto y la dignidad de estas mujeres, para minimizar o evitar las vulneraciones a sus derechos, el maltrato y la violencia, que son sucesos que a diario se presentan en la calle”, asegura Gladys Sanmiguel, secretaria de Integración Social.
Durante el 2018, recibieron atención 8.933 habitantes de calle en los diversos centros de atención en Bogotá y durante la administración de Enrique Peñalosa, 2.216 habitantes de calle iniciaron su proceso de recuperación para cambiar su vida, de los cuales 558 culminaron con éxito.
Lo anterior representa una tasa del 25 por ciento, una cifra representativa teniendo en cuenta que el promedio mundial es del 3 por ciento.