La salvación de una vida a través de una pantalla

Central de Monitoreo o Tele UCI en la Subred Suroccidente
Desde la Central de Tele UCI en el Hospital de Kennedy se ha monitoreado la evolución de pacientes como Daniel, cuyo tratamiento por este medio fue crucial luego de dos semanas de permanecer en estado crítico.
Publicado:
17
Mayo
2021

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Las Unidades de Cuidados Intensivos se han convertido durante esta pandemia en una especie de hogares de paso donde todo lo que allí ocurre es como un impredecible reality, definido por la vida o por la muerte.

Su ambiente caótico, entre la alegría de los que salen, la angustia de los que llegan y la resignación de los médicos que a diario cubren con sabanas blanca a quienes definitivamente pierden la batalla, es interrumpido muy pocas veces con historias tan diferentes y especiales como la de Daniel Gustavo Ramírez, un joven que a lo largo de sus 18 años se ha convertido en la adoración de sus papás y en el confidente silencioso de Ángela, quien fue la primera en percatarse un 31 de octubre de 2006, que su hermano había empezado a recorrer ese interminable laberinto neurológico del autismo, luego de recibir un susto en plena noche de Halloween.

Daniel Gustavo es un joven que padece de Trastorno del Espectro Autista (TEA) desde que tenía tres años. Hoy, en plena adolescencia, superó la prueba más difícil de su vida y la de sus familiares, desde aquel momento. 

Ese 31 de octubre, la familia Ramírez Arévalo comenzaba el más duro desafío de sus vidas: interpretar, entender y convivir con un niño especial, a quien de repente sus incipientes habilidades de socializar y comunicar se le fueron apagando para siempre. Pero como si fuera poco, 15 años después, se veían enfrentados a un nuevo tormento, no menor que el de aquel día.

“Fue el 8 de abril, cuando íbamos en un taxi hacia el centro a hacer una vuelta cuando lo noté con frío en la cara. De repente sufrió una convulsión, como nunca antes la había tenido. Por fortuna iba con mis otros hijos, o de lo contrario me habría enloquecido”, cuenta con ansiedad Tirso Ramírez, el papá de Daniel, quien recuerda que justo en ese momento, como enviada del cielo y en plena vía pública, apareció una enfermera que lo controló y los llevo a la Clínica Santa María del Lago.

“En un primer momento, nos dijeron qué si no se le hubiese controlado ese episodio de convulsión, dos o tres minutos más tarde, habría entrado en un coma permanente”, agrega Ma. Eugenia, su mamá. Ese día los médicos diagnosticaron que tenía el sodio, cloro y potasio en la sangre en niveles muy bajos, sospecharon que era COVID y lo mantuvieron en una camilla en urgencias donde vomito durante toda la noche, entró en estado de inconciencia y no despertó. Al día siguiente su situación empeoró y apenas unas horas después entró en coma, fue entubado y trasladado a una UCI de la Clínica Santa María del Lago.

El dictamen de los especialistas cambiaba de manera permanente, mientras la salud de Daniel empeoraba. Lo que parecía una encefalopatía por coronavirus o una meningitis, se convirtió en una hiponatremia, producida por bajos niveles de sodio en la sangre; también tuvo dos intentos fallidos de extubación y en el último, los médicos solo les dijeron a Ma. Eugenia, a Tirso y a Ángela unas palabras que parecían lapidarias: “vengan a despedirse de Daniel”. El desespero se apoderaba de ellos.  

Sin embargo, en medio de tanta zozobra, recibieron una noticia que significó una luz al final del túnel: la prueba de COVID-19 había resultado negativa. Así las cosas, y por un trámite administrativo de la EPS a la que estaba afiliado, Daniel debía ser trasladado al Hospital de Kennedy, y aunque al principio parecía una incierta estación en este peregrinaje de dolor y angustia, resultó ser la luz al final del túnel que tanto esperaban ver, pues allí los médicos les permitieron, como algo excepcional, acompañar a Daniel durante varias horas, a pesar de permanecer en la UCI, bajo pronóstico reservado.

Allí, Daniel fue atendido por verdaderos héroes como el doctor Johanny Rodríguez, quién a través de una pantalla, por tele UCI, monitoreó permanentemente su estado de salud, dio todas las indicaciones para que el último intento de extubación fuera un éxito y al final diera el alta médica que le permitió a Daniel el reencuentro con su familia, y acabar con una pesadilla que duró dos semanas.   

Daniel Ramírez, durante su recuperación en el Hospital de Kennedy
Daniel Gustavo permaneció desde el 8 de abril, y durante dos semanas, en Cuidados Intensivos. En la imagen, junto a su hermana, Ángela, expresando su alegría a pocas horas de ser dado de alta. FOTO: Archivo Personal

"Los pacientes no sabrán quien soy yo, pero yo si sé quienes son ellos y cómo los ayudé"

Si algo ha intentado acortar la pandemia ha sido la sistematización y la mejora de procesos tan complejos e incipientes en nuestro entorno, como la telemedicina. Este servicio se ha prestado, con mayor intensidad, justamente, en las Unidades de Cuidados Intensivos que necesitan de médicos, así sea a distancia, como el doctor Johanny Rodríguez, de la Subred Suroccidente, para que la atención de los pacientes sea ágil, oportuna y eficaz, ante tanta demanda actual.  

“La telemedicina nos permite optimizar los recursos, mediante la tecnología. Esto se amplió drásticamente por la pandemia, la cual nos requirió un ‘sobre utilización’ del talento humano en salud que además estuviera muy capacitado. En la subred se amplió la capacidad en 102 camas UCI, y en todas se puede monitorear a los pacientes y ver cómo están sus signos vitales”, explica el doctor Ramírez, quien es referente técnico y de servicio de anestesia en la Subred Suroccidente.

Tele UCI. Subred Suroccidente

Y es que sin duda, este apoyo tecnológico ha sido una verdadera válvula de escape ante la ocupación UCI que en este tercer pico ha alcanzado hasta el 96%. “Como no tenemos tantos especialistas para vigilar la salud de los pacientes, la tele UCI nos da la posibilidad de instalar unas cámaras, hacer un monitoreo continuo, acompañar y asesorar a los especialistas que están en las UCI, y apoyar a dos o tres de estas unidades en simultáneo”, explica este consagrado médico que lleva más de 20 años ejerciendo su profesión y teniendo claro que “hay que practicar y evolucionar hacia una medicina que también debe ser virtual”.

Fue en la búsqueda de ese objetivo que la Subred Suroccidente implementó una moderna centra del monitoreo o tele UCI que conecta en tiempo real, las unidades de cuidados intensivos que tienen el Hospital Occidente de Kennedy, Fontibón y Bosa, donde hay un circuito cerrado de televisión con cámaras de alta resolución por cada cama, acceso a bases de datos para encontrar la información e historia clínica de cada paciente y un sistema que permite videoconferencias entre los profesionales tratantes y los especialistas, para facilitar la toma de cruciales decisiones.

Así, de manera presencial o a través de una pantalla, médicos como Johanny siguen salvando vidas como la de Daniel. Ninguno de los dos se ha conocido y quizá tampoco lo harán. “Probablemente ese paciente nunca sabrá quien soy yo, yo estaba a mucha distancia de su cama, pero yo si sé perfectamente quién era ese paciente, lo estuve viendo en mi monitor todo el tiempo y lo estuve ayudando en su recuperación”, asegura este héroe, anónimo para muchos de sus pacientes, pero que sin duda es un referente entre sus compañeros por ayudar a salvar decenas de vidas a través de una pantalla, en el momento más difícil de nuestra historia.