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Travesía con Jaime Garzón
Un día en el parque Santander estaba caminando con mi familia y disfrutando de un día soleado, cuando de repente nos abordó un señor con un aspecto no muy agradable. Sus ropas eran viejas y mal usadas, tenía medias coloridas, ordinarias camisas con estampados de frutas y flores, desgastados pantalones de paño, camiseta desteñida.
Con su brazo sostenía una cajita de madera, su rostro se veía quemado quizás por el sol y el viento, se acercó y de repente nos dejó ver una gran sonrisa, la cual dejaba ver que le hacían falta muchos dientes. Está realmente mueco me dije en voz baja, a todos nos causó un poco de risa, pero a la vez quedamos atentos a su repentina aparición, él con una voz un poco chillona nos dice: “ buena tardes veo que sus zapatos necesitan una lustradita, con gusto los atiendo de uno en uno, y les hago un descuentico”. Nosotros seguimos caminado si prestarle atención cuando de repente nos dirije otra fase que nos dejó absortos: “es que no conocen a Heriberto de la calle el mejor lustrador del parque Santander”, en ese momento nos miramos unos a otros, y nos dimos cuenta de que se trataba de Jaime Garzón el famoso periodista, abogado, pedagogo y pacifista colombiano.
Allí empezamos a caminar con él, y sin salirse de su personaje ni un sólo instante, siguió ofreciéndonos su servicio de lustrabotas, allí todos decidimos acceder y seguir la dinámica de su personaje.
Primero comenzó con mi padre quien llevaba puestos unos zapatos de cuero, allí Heriberto se dispuso a trabajar, y empezó con su sátira diciendo: “que guev…La gente de este país, uno llega a trabajar honradamente y la gente piensa que uno lo va a robar, solo porque no estoy vestido con traje y corbata, y no se dan cuenta que los de traje y corbata son los más ladrones, sobre todo esos que uno elige”.
Al seguir su labor empezó a contarnos sobre todas las personas de la farándula y de la política que él había lustrado, pero me llamó la atención una en especial en la que contó cuando entrevistó a uno de los hijos de Galán, quien al finalizar la entrevista este le preguntó a Heriberto: “¿usted que recuerdo tiene de mi padre?”, Heriberto se tomó un segundo y contestó mirándolo a los ojos: “por una causa hay que dar la vida”.
Después de sus historias, anécdotas, y de haber lustrado los zapatos de mi padre, nos indicó que podríamos seguir nuestro camino conociendo un poco más de nuestro país y nos llevó a un edificio llamado Colombia.
Allí nos recibió un vigilante llamado Néstor Elí que nos empezó a conversar sobre todos los residentes de este edificio, de sus más íntimas cosas, de los políticos y sus costumbres. Después, Néstor Eli se ocupó hablando por teléfono y le pidió a una de las señoras del servicio que nos trajera un tintico bien colombiano, en esto llegó una señora con unas cejas bien pobladas y una voz bastante gruesa, quien nos dijo que se llamaba Dioselina Tibaná y que trabajaba para uno de los “dotores” del edificio según palabras de ella; allí la abordé y le pregunté:
- Camila: “Señora Dioselina para quien trabaja usted” - Dioselina: “eso no le puedo decir por seguridad supersona, pero aquí entre nos mi patrón es el niño Jaime Garzón, él es lo más de querido con una." - Camila: “a bueno menos mal usted es una persona de confianza, y no le anda contado las cosas de su patrón a todo el mundo.” - Dioselina: “no como se le ocurre mijitica, yo soy una tumba, pero aquí entre nos me tiene como preocupada el patrón ya que últimamente anda como metido mucho con esos políticos que no lo quieren, por decirles sus verdades, y ya ha recibido muchas amenazas.” - Camila: “ay dios mío, si debe cuidarse de todo eso, y alertar a las autoridades, pero le digo una cosa usted es una tumba, pero abierta, ya que no debería de contar estas cosas a un desconocido.” - Dioselina: “Ay doña Camila usted tiene cara de buena persona, no me regañe por favor, más bien tómese el tintico bien colombiano, ya que es lo único que nos queda por mostrar en nuestro país, que sufre tanto con esas guerras de nunca acabar”.
Mientras nos tomábamos el tinto Dioselina nos prendió el televisor y allí estaban presentando el noticiero de humor Quac, presentado por Jaime Garzón y Diego León Hoyos que representaba el personaje de María Leona Santodomingo. Allí empezamos a reír y a tomar conciencia también de todo lo que ocurre en nuestro país. De repente apareció un viejito gruñón y nos apagó el televisor, era canoso con bigote, y tenía corbatín, nos dijo en tono vehemente: “¡Jóvenes! cómo se les ocurre estar viendo esta clase de programas que solo critican al país, no dejan nada constructivo, eso de la libre opinión no debería existir en este país”; yo le contesté: “pero quién es usted señor y por qué llega en ese tono tan grosero”; a lo que me contesta: “señorita mi nombre es Godofredo Caspa Cínico, abogado y conservador y no voy a permitir que la juventud se destruya con esa clase de programuchos que solo corrompen la identidad de nuestro pueblo, he dicho”. A esto el señor se retiró sin decir más palabra.
Se acercó a nosotros un joven y nos dijo: “no le presten atención compañeros a ese viejo retrogrado que no permite que nosotros los jóvenes nos manifestemos, mi nombre es John Lenin, y he venido a decirles que no nos dejemos de los politiqueros que solo vienen con promesas falsas, y nos vienen a invadir con su imperialismo y sus falsos positivos, para que el país sea llevado de las narices como una vaca al matadero compañeros”.
Fue muy efusivo al expresarse este personaje, y en ese momento apareció Néstor Elí quien nos indicó que debíamos retirarnos del edificio Colombia, ya que pronto llegaría el presidente del país a una reunión muy importante, de algo de un proceso de paz nos dijo. Salimos del edificio y nos dirigimos nuevamente al parque Santander a dar un último recorrido, allí nos encontramos otra vez con Heriberto de la Calle, quien nos preguntó cómo nos había parecido el edificio Colombia, y yo le conteste: “ es un edificio con muchos personajes singulares, unos a favor otros en contra, de cómo se manejan las cosas en nuestro país, es un edificio en donde como decían en el noticiero Quac, bienvenidos a la mayor desinformación de Colombia y el mundo, de manera autocrítica y sugestiva”.
Heriberto nos dijo: “esperen un momento, y observen”; y delante de nosotros empezó a quitarse el maquillaje, sus ropas trajinadas, debajo tenía un Jean, un saco de lana, se puso sus gafas, su caja de dientes, ya que recordemos estaba mueco, y se terció una mochila de la lana, y nos dijo con una enorme sonrisa en el rostro que dejaba ver unos enormes dientes: ¿qué les pareció la travesía con Jaime Garzón?
Nosotros quedamos admirados de sus múltiples facetas y personajes, y solo nos quedaba por agradecerle el privilegio de mostrarnos el país desde diferentes ángulos, llegamos a la conclusión, de que a este país le hace falta gente buena y con sentido del humor como Jaime Garzón, que le da seriedad al humor, con su toque de sátira y desdén, poniendo en evidencia personajes de la farándula y de la política, y llevando a la reflexión el hecho de que no nos podemos quedar callados ante tanta injusticia y desigualdad que existe en nuestro país.
Nos fuimos para casa y allí hablamos un poco de la experiencia tan grata que vivimos con Jaime Garzón. Al otro día en las noticias del mediodía anunciaban algo que nos estremeció todo el cuerpo, habían asesinado a un hombre admirable que habíamos podido conocer un día antes, habían asesinado a JAIME GARZÓN, un golpe duro para el país y para nosotros, habían callado a un hombre que decía lo que muchos querían decir y no podían, o no querían, se había ido un hombre que nos enseñó a reírnos de nuestros problemas, se había ido un líder.
Todo esto me trajo a mi mente aquella frase que Heriberto le dijo que al hijo de Galán: “Por una causa, hay que dar la vida”.
Por: María Camila Arenas Bustos
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