Aprendamos a hacer contacto con nuestros hijos

Yo participo

24•Abr•2024

Alberto y su hijo Joaquín eran inseparables. Desde que Joaquín nació, Alberto le ponía discos de los Beatles, le hablaba del Santa Fe, le contaba historias de Tarzán y le leía decenas de libros. A Joaquín le encantaba. A los 5 años, el pequeño cantaba el Submarino amarillo, a los 6 tuvo su primera camiseta rojiblanca y a los 7 gritaba como Tarzán, más fuerte que su papá.

Sin embargo, después de los 11 años sus gustos empezaron a cambiar. Comenzó a escuchar música electrónica, el fútbol solo le gustaba jugarlo en video y Tarzán fue arrumado con un puñado de libros en la biblioteca. Los gustos de Alberto, por el contrario, se mantenían intactos. 

A veces, mientras leía un libro, escuchaba cómo su hijo destruía naves enemigas en su ensordecedora consola de video. Alberto empezó a notar que los puntos de contacto con su hijo eran cada vez menos. “Hola, papá”; “Hola, Joaco”; “Chao, papá”; “Que duermas, Joaco”... Eran los diálogos más largos y recurrentes entre ellos. Las palabras escaseaban y la distancia entre los dos aumentaba.

Una mañana, mientras Joaco escuchaba música electrónica, tendido en la cama, Alberto oyó una melodía que le pareció familiar, se detuvo cerca de la puerta entreabierta y escuchó un rato con atención. Era una canción de Elvis Presley convertida en una mezcla de música electrónica. “Esa no está mal”, le dijo a su hijo, recostándose en el marco de la puerta. Joaquín le dijo que era una de sus preferidas. Alberto se sentó en la cama de su hijo y vio el videoclip completo. Luego le contó un par de anécdotas de Elvis. Joaquín le nombró algunos DJ´s de música electrónica. Era la charla más extensa que habían tenido en meses. 

Días después, Joaquín invitó a su papá a jugar un partido en su PlayStation. Se enfrentaron Santa Fe contra Rumania, patria de su DJ favorito. El partido terminó 7-0 a favor de Joaquín. Sin embargo, Alberto sintió que había ganado el encuentro. Ahora se los ve de vez en cuando leyendo, cada uno en el extremo de un sofá. Alberto ya no odia la música electrónica y Joaquín a veces anda como Tarzán por la sala, tarareando canciones del rey del rock and roll.

Por: Fernando Escobar Borrero

Escritor, conferencista y creativo.

Correo electrónico: papascreativos@gmail.com

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(Este escrito fue publicado en el diario El Tiempo)