En el imperio de la ley del cuchillo fue donde empecé a escribir

Yo participo

23•Abr•2024

* Este texto contiene lenguaje explícito, si eres menor de edad, te recomendamos leerlo en compañía de tus papás o algún adulto de confianza.

Quizás, apreciados lectores, se preguntarán si las historias narradas en este espacio son realmente ciertas. Claro que sí. Son historias basadas en hechos reales, vividas en carne propia: consumí sustancias psicoactivas durante más de 23 años y fui habitante de calle por más de 18.

También te puede interesar: 'Sopa de sorpresas en el Bronx'

Habité el Bronx por cinco años, internado en aquel bajo mundo de delincuencia, muerte y terror. Pero, ¿por qué escribir estas historias? Muy sencillo. Porque de alguna u otra manera quiero dar a conocer a la sociedad que el flagelo de la droga no conoce estrato social, edad, raza, credo, color, o inclinación sexual. El infierno del consumo puede llegar a acabar con cualquiera de nosotros, en cualquier momento.

No te quedes sin ver nuestro especial 'El Bronx: Un viaje de la oscuridad a la luz'

Acaso alguno de ustedes no tiene un familiar, amigo, o el amigo de un amigo que desafortunadamente esté atravesando un momento difícil debido al consumo de sustancias, o esté en consumo activo y adictivo.

Pero también más allá de contarles mis experiencias de ese mundo oscuro, es gratificante contarles que mi gusto por la escritura nace de una labor muy bonita que, gracias a Dios, pude ejercer cuando desafortunadamente estuve en prisión por mucho tiempo y ¡vaya!, fue por mucho tiempo, 10 años tras las rejas no deja de ser una eternidad.

Estando preso tuve la oportunidad de redimir mi pena como coordinador de derechos humanos. Mi función era redactar los oficios y solicitar libertades para los presos, redactar acciones de tuteles, solicitudes de redención, derechos de petición para los procesos ante juzgados, entre otros.

Pero después de que me conocieron en la cárcel como el que redactaba, también empecé a escribir cartas de amor para las esposas de los reclusos, quienes llegaban fielmente los domingos a visitar a sus esposos, y ni hablar de las muchas cartas que escribía para el domingo de la visita conyugal. Así me sostenía en prisión, me hacía algunos pesos y eso me ayudaba a tener una mejor calidad de vida mientras cumplía mi pena.

Te podría interesar: El piloto de American Airlines que vivía en El Bronx (primera parte)

Fue así como en la cárcel de Villavicencio desarrollé el único y primer periódico impreso que se haya conocido en el penal. Se llamó "El Semanario" y aunque inició en un muro del penal, tuvo mucha aceptación por los internos y sus familias. Por dicha aceptación llegó a ser un periódico impreso, y mi función pasó a ser la de buscar por todo el penal internos que quisieran desarrollar historias para publicar en el periódico. Me convertí en el coordinador de "El Semanario".

Hacer los memoriales y ayudar a los demás internos a hacer las solicitudes ante los juzgados me dejó muchas enseñanzas.

Una de ellas es que no todos los internos son delincuentes. Escuchando sus experiencias y sus historias de vida pude conocer casos de personas condenadas injustamente. Aprendí que las injusticias de nuestra rama judicial ocurren por montones, y vi también casos tan terribles que hasta quise hacer justicia por mi propia cuenta: personas privadas de la libertad por el delito de violaciones de menores, por ejemplo.  Mi función era compleja, pues yo representaba en algunas ocasiones a esas personas que no tenían voz, en aquel lugar en donde la vida no tiene valor, donde nadie quiere a nadie. Allí, tras las rejas, impera la ley del cuchillo y del más fuerte.

Te podría interesar: El vuelo sin rumbo del piloto de AA en el Bronx (segunda parte)

Quizás por todo lo que viví allí es que hoy considero que mi misión es la de salvar más vidas a través de mis escritos. Lograr que al usted leerlos, difundirlos y conectar con ellos, cree conciencia para que otras personas no tengan que vivir lo que yo viví. Así le retribuyo a la sociedad y a todas las entidades del Distrito lo que hicieron por mí.

En retrospectiva, fue a través de esos momentos que les acabo de contar que tomé conciencia de que necesitaba un cambio, así descubrí que no hay nada más sabroso que vivir en sobriedad y no perder la vida detrás de una maldita y adictiva sustancia.

Así que, amigos lectores, esta es la historia de cómo y por qué inició mi gusto por escribir para ustedes y las historias que seguirán conociendo en este espacio.